ReAct

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Entonces, tras varias semanas en el hospital, Kirara Amanogawa pudo por fin despertar del coma en que quedó cuando se produjo aquella explosión.

“¿Dónde estoy?¿Es esto un hospital?¿Si-sigo con vida?” Se preguntó la chica, algo adolorida y un poco incómoda. Su cuello estaba vendado, su cabello tenía las puntas quemadas, y su piel estaba jodidamente frágil.

Simplemente no podría estar más débil. Se sentía que podría romperse con cualquier pequeño toque o accidente.

Mientras sus ojos aún se acostumbraban a la luz enceguecedora que colgaba sobre la camilla, dejaron entrar a las visitas.

Su madre la abrazó entre llantos, creyendo que había sido Towa quién hizo estallar la casa cuando ellos intentaron confrontarla. Eso les habían dicho a todo el mundo, salvo por Haruka, Kanata y Kirara, todos creían que era culpa de Towa.

Eso era lo mejor en ese momento, ya que se estaban llevando a cabo las investigaciones. No habría problema, pues todo lo que quedó en esa casa estalló. No buscarían huellas si no había objetos por analizar.

Las pruebas censuradas circulaban por las cuentas de Towa, todas y cada una, manchando su imagen de chica perfecta para siempre. Al final, consiguió su cometido, pero aún así sentía que le había fallado a Shut, ya que el plan era que los dos se la llevarían a la muerte.

Pero bueno, tenía que hacer esos sentimientos a un lado. Abrazó a su madre, llorando con ella también por todo lo ocurrido.

Además de su madre, Kanata y Haruka, hubo dos personas más que vinieron de visita: Los famosos niños prodigio de la repostería, Rio y Ciel Kirahoshi. Ambos habían trabajado con Kirara antes en el ámbito del modelaje, y como la promoción había sido exitosa, intercambiaron teléfonos y desarrollaron una amistad por mensajes.

—¡Kirara-san!¿Cómo te sientes?— La dulce Ciel la abrazó con cariño, casi como si fuera una niña grande en lugar de una adolescente de diesiséis años.

Ese rasgo era lo que a Kirara le gustaba más de Ciel, lo linda y sincera que era: Si te quería, era tan cariñosa como un ser humano podría llegar a ser jamás. Parecía tener esa aura inocente y dulce de la infancia que jamás la abandonaba sin perder la madurez ni por un instante. Rio, en cambio, era distinto: podía parecer apático, era callado, y no gustaba de ver demasiada gente a su alrededor. Pero si lograbas captar su interés, podría ser tu mejor amigo. Sólo era un tanto más selectivo en cuanto a quién merecía su cariño.

—¡Nos tenías preocupados! Por Dios, no quiero ni imaginar cuánto sufriste— El de cabellos celestes la abrazó con un poco de cautela. No quería lastimarla más.
—Gracias, muchas gracias. Pero ya estoy mejor. Les agradezco por visitarme— Sonrió amablemente la castaña, correspondiendo el abrazo de los hermanos. Kanata y Haruka se quedaron por un rato, pero tuvieron que irse porque tenían un lugar al que ir. Aún debían ir a las terapias, y ya casi era la hora de irse.

Se despidieron un tanto compugnidos, pero Kirara les dijo que no importaba. Que ellos también tenían cosas importantes que hacer y entendía que no era la única prioridad por mucho que hubiera pasado por algo así.

“Tienen derecho a seguir con su vida como puedan. Al igual que yo lo haré cuando pueda salir” Pensó ella, y no le dió importancia al asunto. Pero sabía que no podrían visitarla con la frecuencia que ellos quisieran.

Por otro lado, Stella se disculpó profusamente. Tenía que ir a un viaje de trabajo, por desgracia, pero se comprometió (Y cumplió) a llamar cada momento que tuviera para saber de su estado.

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