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Se escuchan unas sonoras pisadas a lo largo del amplio pasillo desierto. El eco de unos tacones es lo único que rompe el silencio, dejando atrás la dulce armonía que causa el lugar solitario. 

Algunas personas miran con interés y curiosidad al darse cuenta que el ruido que causan los zapatos cada vez que pisan es más alto que sus gritos. Otros, simplemente ignoran que puede haber alguien peor que ellos en ese momento, luchando entre la vida y la muerte o simplemente, enfrentando a la causa de su sufrimiento.

En la cabeza de la chica que causa que todas las miradas se dirijan hacia ella, solo hay un simple pensamiento y se reproduce una y otra vez la llamada que hace 20 minutos acababa de tener. Piensa que todo es su culpa, que debe hacer algo para arreglarlo. Por ello, atraviesa el hospital esquivando algunos médicos y enfermeros hasta llegar a la puerta que tanto teme abrir. 

Unos gritos se escuchan en el interior de la habitación, haciendo que retroceda unos pasos con algo de miedo por lo que tiene que enfrentar en ese instante. Sabe, que si no lo hace ahora, el momento pasará, la niebla se irá y solo quedará nada, pero también sabe, que si lo hace, puede causar aún más daño.

Respira hondo y con su mano derecha abre la puerta para encontrarse con una mujer y un hombre, mirándola fijamente, con rencor en sus ojos. No se esfuerzan en ocultar el odio que tienen hacia ella, simplemente se quedan callados y dejan que el silencio hable por si solo. La chica decide dar un paso adelante y mirar la cama en la que hay una joven con los ojos abiertos y llenos de lágrimas mientras tiembla por varias razones distintas.

-Largo.

La primera palabra dicha en voz alta deja una marca en los corazones de los presentes, haciendo hincapié en la realidad, mostrando los problemas delante de sus ojos. 

-No.

La firme negación hace que el hombre cierre los puños con fuerza, enfadado, dolido y sobre todo, sintiendo un profundo odio hacia si mismo que expresa odiando a otra persona. La mujer a su lado le coloca una de sus manos en sus hombros para relajarlo, pero eso solo consigue que se tense aún más bajo su contacto.

-Mi hija no quiere verte.

La chica muestra una pequeña sonrisa sobre sus labios, girando a su vez la mirada hacia la joven que ahora se muerde el labio con nerviosismo. Esta niega con la cabeza, desmintiendo lo dicho por su madre, haciendo que su novia se acerque a la cama para cogerle de la mano.

-Yo no estaría tan segura.

Furia es lo que emanan los adultos mientras que la pobre chica solo siente felicidad de que el amor de su vida siga junto a ella. 

-Has contagiado a esta familia con tus horrorosas creencias y no pienso permitir que la destroces más.

-Yo no he hecho nada, es todo culpa vuestra.

Firme ante sus palabras, mira directamente a los ojos a la mujer y la encara frente a frente, sin miedo dentro de su cuerpo. 

Ella protegerá a su amor igual que su amor lo hizo por ella cuando más lo necesitaba.

-¡Por tu culpa mi hija casi muere!

-Yo solo le hice sonreír y usted fue quien le sacó las lágrimas que yo siempre limpiaba, fue usted quien hizo que yo tuviese que limpiar sangre de sus muñecas aquella tarde de otoño y fue usted quien al prohibirle verme ha causado que ahora yo tenga que sostenerle la mano hasta que consiga volver a levantarse.

Se queda sin aire nada más acabar de hablar, consiguiendo dejar muda a la mujer que tiene delante suyo mientras su marido se queda en una esquina observándolo todo, en silencio.

-No tienes derecho a decirme eso, sabía que eras una mala influencia para mi hija.

La chica niega con la cabeza mientras le sonríe con victoria antes de pronunciar las siguientes palabras:

-Usted no tiene derecho a llamarla hija.

AmorWhere stories live. Discover now