∆ Mermaid Emma x Pirate Ray ∆

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Ray bajó su vista hacia dicha área. Era raro verlo sonrojado, pero se debía en su mayor parte a que fue algo inesperado para él. ¿Cuántas veces no había intentado engatusarla para que revelara sus piernas y le permitiera abrirse camino entre ellas? Cada vez, ella se negaba, por supuesto y, por más increíble que pareciese, él detendría sus coqueteos descarados por el resto del día. Pensar que después de todas esas directas e indirectas, ella voluntariamente se ofrecía a él.

- ¿Desde cuándo te sientes así? - preguntó eufórico, casi sin poder contener su excitación

- No lo sé... Apenas me di cuenta, pero creo que me siento atraída por ti desde hace mucho... - confesó, sus mejillas coloreadas y su mirada baja, parecía un hechizo que lanzó sobre él, pues no podía dejar de mirarla

- Jejeje, ¿quién lo diría? Antes aprovechabas cada oportunidad para decirme que me odiabas, y mírate ahora. - la parte curva de su garfio acariciaba la piel de su muslo, haciéndola suspirar eróticamente.

"Hmm, así que las sirenas poseen piernas sensibles, tiene sentido, apenas se transforman..." pensó el pirata para sus adentros

- Y-yo... - separaba sus piernas para que el frío metal del garfio pudiera acceder al resto de su muslo - Quiero que me tomes... Así no me arrepentiré de nada. - suspiró pesadamente cuando la mano del joven se unió a las caricias - Así tendré un consuelo para cuando vuelva a casa. -

El pelinegro quería incitarla a que se quedase, que la tripulación ya había aprendido a quererla y que se sentirían vacíos sin su presencia, pero ese no era el momento, más tarde sin dudar. Ahora era tiempo de pasar un buen rato con ella, incluso más que eso, Ray había estado esperando por que ocurriese aquella situación desde que puso sus ojos en la hermosa sirena.

La joven colocó sus pies sobre la caja de madera, aumentando la visión del pirata sobre su zona inferior. Este amplió su sonrisa y comenzó a acariciar su centro con el garfio, de arriba hacia abajo, el frío del metal proporcionando descargas de placer en el cuerpo ella. Él observaba su rostro sonrojado, admiraba sus ojos cerrados y se deleitaba con sus jadeos. Le hacían sentir algo más que deseo sexual. El capitán quería protegerla, mantenerla junto a él, besarla, acariciarla, amarla...

"¿...Amarla?"

¿Era amor lo que sentía? Al ser un pirata sin ninguna relación amorosa en toda su vida, el máximo contacto con mujeres serían prostitutas o sexo de una noche. Lo que sentía hacia la sirena, era algo que quería conservar, atesorar. Había encontrado lo que siempre estuvo buscando inconscientemente. En esos momentos, quizás... le interesaba más Emma que el tesoro esperándole en aquella isla. No podía tomarse la situación a la ligera.

- ¿Estás segura? - detuvo su moción en su centro, alejando su brazo de este - ¿Realmente deseas que un bárbaro como yo te desvirgue? - miró a otro lado. Por más que hiciera creer al resto que tenía un gran amor propio, no era así, y justo entonces, no creía ser digno de la pelirroja.

- ¿Quién dijo que sería mi primera vez? - habló con picardía - Puedo parecer más joven, pero en realidad soy unos años mayor. Las sirenas tenemos vidas más longevas que los humanos. - al decir esto, bajó sus piernas de la caja para pararse en la madera del suelo - Hace mucho tiempo, tuve mi primera vez y aprendí... - miró al semi-desnudo pirata, rio por lo bajo al ver que su erección levantaba su toalla. - ...unas cuantas cosas... - su mano acarició la punta que sobresalía, sobre la tela.

Ray tomó su muñeca con rapidez.

- Hablo en serio, rojita. - advirtió de nuevo, no creyendo del todo en sus palabras. Por más que quería preguntar adecuadamente, él parecía ceder ante sus provocaciones.

RayEmma Smut ScenariosWhere stories live. Discover now