—Suerte, no sabes el trabajo que ha costado ensillara, han hecho falta cinco hombres para ello. —Trago en seco a medida que este se aleja junto al resto de trabajadores, sus palabras no me brindan mucha calma exactamente.

—Tranquila—dice Ian a mi lado—. Seguro que si hubieses sido tu habrías podido sola con ella.

Sonrío en agradecimiento y me giro a Sombra para acariciarle el hocico.

—No seas muy cruel conmigo amiga. —La yegua resopla en una respuesta, se ve nerviosa, incluso más que yo.

—¿Lista? —Me pregunta el vikingo y yo asiento.

Ambos nos colocamos por el lado izquierdo de Sombra, Ian tiene una mano en mi cintura para ayudarme y la otra aun sostiene las riendas.

—Cuando vayas a montar afina bien el pie en el estribo para que seas capaz de impulsarte. —Ante mi mirada de perplejidad él explica—. El arito de metal donde colocas el pie.

—Muy chistoso. —Hago una mueca—. No tienes que hablarme como si tuviese cinco años, no soy idiota.

—Lo sé. —Su sonrisa maliciosa se amplía—, Pero me encanta tu rostro cuando te enojas, no puedo evitarlo.

Volteo los ojos y fijo la vista enfrente intentando ocultar el placer que me causa su respuesta. Hago caso de sus indicaciones y apoyo fuertemente el pie en el estribo para liego impulsarme hacia la silla ayudada de la otra pierna y de mis manos, Ian también me ayuda a sostenerme y, para sorpresa mía, lo logro al primer intento. Justo como dijo el vikingo intento no hacer movimientos exagerados ni hablar en voz alta.

—Intenta mantener el equilibrio—comenta el vaquero mientras me entrega las riendas sin apartarse mucho de mi lado.

Cuando Sombra siente el peso sobre ella se remueve incomoda y yo aprieto más fuerte los arreos. Paso una mano por su cuello para calmarla mientras le susurro palabras tranquilas y sorprendentemente la yegua se calma un poco.

—No estés asustada pequeña. —No me sorprende su miedo, después de todo no ha sido montada desde que perdió a su familia y, por lo que me dijeron, eso fue hace demasiado tiempo.

—Bien hecho. —Felicita Ian y no puedo ocultar mi orgullo—. Aprieta suavemente ambos costados de Sombra con las piernas para que comience su paseo. Los caballos presentan tres pasos: Paseo, trote y galope, siempre que quieras avanzar en uno aprietas suavemente a los costados o tocas con ambos talones. ¿Entiendes?

—Creo que sí. —La verdad no mucho, es demasiada información para procesar y estoy demasiado nerviosa, miro en la dirección que se encuentran todos. Mason tiene una sonrisa de oreja a oreja, sin embargo, Cooper y Roger están más serios.

Cuando Ian me hace una señal aprieto un poco los costados de la yegua, al principio Sombra se retuerce y se niega a moverse del lugar, da pequeños golpes en el suelo en negativa. No obstante, después de varios intentos, la yegua comienza a caminar, para mi desgracia salta directo al galope y corre. Jamás esperé que esta situación fuese fácil para ninguna de las dos, pero tampoco imaginé que se echase a correr conmigo encima al primer intento. Sin embargo, me niego a gritar, me niego a darle el gusto a todos aquellos espectadores a la espera de que lo haga, solo me agarro más fuerte a Sombra e intento mantener el equilibrio para no caerme. En el fondo de mi mente, estoy disfrutando de la situación, me encanta la brisa que da contra mi cara, la adrenalina que sube por mis venas es exquisita.

Las risas a lo lejos van más dirigidas a Ian que a mí, quien se la ha pasado corriendo tras de Sombra desde que esta comenzó a galopar, no puedo evitar reírme yo también de la situación, mi subconsciente me grita que estoy loca por disfrutar de todo esto, pero acepto el insulto con gusto. Nunca pensé que podría gustarme tanto cabalgar. Sombra solo cambia el rumbo de su carrera cuando se acerca a una valla y gira en dirección contraria.

OJALÁ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora