Se acostó en la cama. Se abstuvo de cenar. El frío que entraba en por la ventana lo ponía en el peor humor. Mañana se pronosticaba nieve… justo para víspera de Navidad, una festividad que solo servía para comprar turistas de por ahí y hacer marketing vaya donde vaya. Se cubrió el cuerpo con una manta más. El viento helado seguía entrando y llenando la habitación. Apretaba los párpados para poder dormirse. No obstante, aquel sueño no llegó. No pudo dormir desde el momento en que se acostó hasta la mañana del otro día. Era una molestia. Sabía el porqué de su insomnio pero… ¿de qué servía hacer algo ahora? De vez en cuando escuchaba voces en su puerta, aunque no se quiso levantar para nada.

—… —escuchó como algo se deslizaba debajo de su puerta. Se levantó despacio para poder ver qué era, no obstante volvió a acostarse en cuanto vio que era una carta. Seguramente Reiji estaba enojado por la poca atención que le daba su hermano mayor.

Miró su celular, tenía miles de mensajes, la mayoría de su insoportable compañera que lastimó a la castaña. Se fijó en la hora.

—Las dos de la tarde… creí que eran las ocho de la mañana —su estómago gruñó suavemente, más de doce horas sin comer le afectaban y mucho. Un bistec o una fruta podrían ayudar a que el hambre se fuera. No se levantó, miró el techo pensando mil cosas. Las horas volvieron a pasar.

Su estómago comenzó a quejarse nuevamente. Levantó su celular, que casi no tenía batería, el reloj indicaba las veinte y treinta y dos minutos.

“No quiero levantarme…” pensó revolviéndose en la cama. La imagen de Narumi ocupaba su mente, los ojos vacios de ella, su cara que no expresa nada, esas típicas funciones de caminar de acá para allá y viceversa, habían vuelto. Recordó las mil veces que la vio sufrir mientras dormía, sus movimientos frenéticos que buscan escaparse de algo. Algún trauma que repercute hasta hoy y él, siendo consciente de ello, la lastima. “¿Qué le sucedió? ¿Recordara aquello? Y si es así… yo solo tiro más de la cuerda”.

Dio unos pasos hacia la puerta, de verdad tenía hambre. Arrastró sus pies para llegar hasta su campera para poder abrigarse. Miró una vez más la carta que yacía en el suelo. Se agachó y la tomó. Con solo darla vuelta notó que no era de Reiji sino de ella. La abrió con cuidado y desesperación simultáneamente.

“Shu-san, perdón por todo esto. No quiero que te enojes conmigo y menos con Yuma…”

—No era necesario eso —se dijo así mismo y prosiguió.

“… porque de seguro me abrazó por la situación que he pasado, él quiere que aprenda a defenderme por lo que me enseña algunas cosas, perdón por ocultártelo de esta manera, aunque sé que percibías que algo estaba pasando. Intentas protegerme siempre aún si disimulas que no lo haces ya que Shu-san es una de las personas más amables que he conocido. Si esto pudo convencerte, estaré esperando a que habrás la puerta…”

Con rapidez abrió la puerta para encontrarla allí, sentada al costado de la puerta, abrazando sus piernas y tiritando de frío. Shu se dio cuenta del frío que hacía en el pasillo. La cubrió con su abrigo y la joven levantó la cabeza. Le sonrió.  

—La tonta eres tú… —le dijo mientras la ayudaba a levantarse.

Vio sus muñecas, aún moradas por la fuerza aplicada. La tristeza provocada con anterioridad, se había desvanecido con el sentimiento de sus ojos. Sin ver la situacion del frío pero sintiendo la emoción del momento. Ella no tenía la culpa de los celos de su mejor amigo, él lo sabía. Todo lo que él pensaba, todo lo que ella pensaba en ese momento se referían en una sola acción: abrazarse mutuamente. Las miradas clavadas entre sí, el mínimo tacto y la misma sensación le prohibían al frío el poder manifestarse. Narumi levantó los brazos hacia Shu, dio un pequeño brinco y se aferró al pecho del vampiro.

Notas Doradas [Diabolik Lovers]Where stories live. Discover now