• c u p i d o ; wos •

• - Q U I N C E - •

Al llegar a la casa del Depa, me despedí de mi mamá y caminé hasta la puerta para tocar el timbre. Ya se podía oír la música fuerte y el griterío de adentro, indicando que había bastante gente. En cada paso hacia la entrada me arrepentía de estar ahí, o reconsideraba que podía pasarla bien, era una inseguridad constante que me deprimía aún más.

Luego de algunos segundos, la puerta se abrió y me encontré con una gran sonrisa emocionada en el rostro de Tadeo. Abrió sus brazos ante mí y no dudé en abrazarlo con cariño. Necesitaba un abrazo reconfortante que me acompañara en ese momento de mierda, y el Depa me lo concedió sin siquiera preguntar.

- Me alegra que estés acá. - Dijo en mi oído, y sonreí débilmente sin darle una respuesta.

Permanecimos así un par de segundos más, disfrutando del calor del otro y ese sentimiento satisfactorio de consuelo tras todo lo que venía pasando hace días. Tadeo no sabía lo que ocurría, pero estaba ahí para mejorarme, y eso significaba demasiado para mi.

Tragué grueso cuando llegó el momento de entrar a la casa. Habían muchos adolescentes que estaban bailando en ronda, y otros que se encontraban dispersos por el lugar, tomando y charlando entre si. Continuamos el camino hasta el grupo DS3, y allí todo mi cuerpo se debilitó por los nervios que me estaban entrando.

Saludé a uno por uno, de forma amable, pero al verlo otra vez a Valentín, luego de haber abierto los ojos completamente con respecto a sus sentimientos y a Evelyn, sentí como mi buen estado se había tirado por la borda en cuestión de segundos. Mucho más dolor sentí cuando me tocó saludarlo, algo incómoda, y noté su rostro desanimado como si no tuviera ganas de estar allí. Valen no la estaba pasando bien, su mirada contenía un decaimiento que demostraba cuán triste se encontraba en esos momentos. Nos había afectado mucho aquel tema, no solo por las peleas, sino por la persona importante que teníamos en común, y la posibilidad de poder perderla.

Continué saludando a algunos conocidos y compañeros de clase, quienes ya tenían un pedo para veinte y no habían pasado siquiera dos horas desde que comenzaba la joda. Recorrí el lugar de a poco notando como los adornos de primavera, que habíamos puesto anteriormente, resaltaban por los estantes y paredes gracias a las luces navideñas a su alrededor. El espacio más lindo de la casa era el patio, con adornos hasta en los árboles y las plantas del piso. No había tanta gente afuera, y no quería estar sola así que me quedé adentro.

Me adentré a tomar una lata de cerveza, y bailar entre el tumulto de pibes quienes no notaban mi existencia. Trataba de eludir los pensamientos negativos o tristes que se cruzaban por mi cabeza cada cinco minutos, y poder distraerme un poco del mal momento que estaba viviendo fuera de esa fiesta.

Notaba como algunas personas me echaban una mirada extraña al verme sola, bailando como una boluda, y me hacían sentir peor. No conocía a nadie de allí, más que al grupo DS3 y compañeros con los cuales no me hablaba. Yo no era alguien que podía hacer amigos fácilmente como otras personas. Mi timidez me superaba siempre, en cualquier situación. Y cuando miraba a Tadeo o a los amigos del grupo, no me animaba a ir con ellos por el simple hecho de pensar que están ocupados haciendo la suya, y yo iría a molestarlos. Debía dejar de pensar un poco en todo, pero no podía hacerlo, y la meta de pasarla bien estaba cada vez más lejos.

Las horas transcurrían lentamente, y yo ya había terminado de comer casi todo el pote de papas fritas y chisitos. Algunas compañeras se habían acercado a hablarme cuando me vieron sola, pero se terminaron yendo a bailar nuevamente cuando notaron que yo no tenía ánimos para nada. El ambiente ya se me estaba volviendo muy pesado, con la música fuerte y el calor insoportable de toda la multitud allí dentro, así que decidí salir afuera con otra lata de cerveza, y esperar a que la fiesta terminara para volver a casa.