— Ese es tu nombre —se limitó a responder.

— Pero... Yo me llamaba Asuka —respondió confusa, y el peli-blanco soltó un bufido. Pues a pesar de que aquel nombre le iba a la perfección con su aroma tan embriagador, de todas formas decidió cambiarlo—. Mamá dijo que me nombró así porque nací durante la mañana y en ropas perfumadas.

— Tu madre esta muerta, ahora te llamas Yashiro —espetó sin demasiada preocupación, y los ojos de la castaña se cristalizaron un tanto tras escuchar esas palabras, pues había pasado tan solo una semana desde dicho horrible acontecimiento, y a decir verdad, para Sukuna, parecía estar llevándolo tan bien que no le importaba comentar al respecto.

— Usted... —habló luego de unos largos minutos de silencio—. ¿Realmente es mi padre? —esta vez, el hombre se giró lentamente hacia la castaña que mantenía su mirada baja, los sedosos cabellos blancos pasaban entre sus pequeñas y delgadas manos mientras había un muy pequeño rastro de lágrimas en sus mejillas.

Rodó sus ojos tras notar que la había hecho llorar, probablemente por vigésima vez en la semana, y es que para él, los humanos, sobre todo los niños, eran una pequeña bomba de sentimientos fácil, increíblemente fácil, de estallar.

— Quiero decir... Sí sabía que el hombre con el que estaba mamá no era mi padre... Pero mamá nunca me habló de papá, ni siquiera los abuelos me hablaban de él...

— No creo que sea agradable para una niña de cinco años escuchar que su padre es un demonio.

El silencio volvió a invadir, la mirada de Sukuna estaba fija en la castaña que no había expresado ni un mínimo de sorpresa o pavor después de tales palabras, no, solo permanecía allí haciendo trenzas y decorando su blanca cabellera con flores tranquilamente.

— Papá no es un demonio... —comentó, tomando por desprevenido al hombre. Alzó sus cejas con algo de sorpresa pero manteniendo su mirada seria, y luego vio la mirada miel de la castaña chocar con la suya—. Si papá fuera un demonio... No me hubiera salvado ¿No es así?

Y es que aquella pequeña castaña no tenía ni la menor idea de todo lo que existía en este mundo, que los dioses que su tribu alagaba no eran los únicos, y que si existían atrocidades del inframundo sobre la tierra.
Sukuna solo había salvado a aquella criatura para su beneficio, porque si sabía que la criaba de la manera correcta a su manera, y lista para sobrevivir en este mundo, entonces podría convertirla en un arma letal.

Y desde luego que la castaña no estaba al tanto de todas las atrocidades que Sukuna había causado, como arrasar con ciudades y pueblos enteros, masacrando familia tras familia.

— Yashiro... —llamó, y la nombrada alzó levemente su mirada para observar al hombre—. Si yo soy atrapado ¿Irías por mí? —realmente, algo en su interior se estaba revolviendo con desagrado. Una sensación que nunca antes había experimentado. La compasión y cariño eran una debilidad, y siendo una maldición que alguna vez fue humana, aquellos sentimientos podían renacer, pero en realidad, Sukuna no creía que aquella siempre criatura de la misma especie que había asesinado por tantos años podía tocar muy profundo de él hasta llegar a aquella sensación que le hace creer ser humano nuevamente.

"Si yo soy atrapado, ¿Irías por mí?" esas palabras resonaron en su cabeza una y otra vez, mientras sus ojos de iris rojo la mantenían hipnotizada, y aunque no sentía pavor, había algo que le estaba incomodando. Como si estuviera siendo observada a sus espaldas y algo le estuviera llamando. Un molesto sonido llegó a sus oídos, y todo pareció tornarse de blanco y negro, pero aquella mirada rojiza del peli-blanco y las múltiples flores en su cabellera blanca continuaban manteniendo su color.

— Yo... ¿Debo... ir por ti?

— ¡Yashiro! —y la masculina voz que resonó en sus oídos le causo desagrado, para luego despertar abruptamente y tener todos sus sentidos de vuelta.

The  firstborn | Jujutsu Kaisen. (Pausada)Where stories live. Discover now