Cuaderno de canciones de Rubí Carlton

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Sin embargo, la sonrisa de Rubí se esfumó cuando recordó la propuesta que la disquera le había hecho una hora antes de dirigirse al estudio de grabación: un álbum para ella. Le dijeron que, tras haberla visto cantar en Los Angeles, ahora la gente quería más de su música y los de la discográfica estaban dispuestos a invertir en su talento. Rubí jamás quiso convertirse en una estrella, pero ahora que la posibilidad estaba puesta justo frente a ella y al alcance de sus manos solo podía preguntarse si ella seria capaz de hacer lo que Caleb hacia a diario.

No se imaginaba a sí misma recibiendo a fanáticos y paparazzi con sonrisas amables, más bien se imaginaba dando sonrisas tímidas o intentando huirles. No era tan buena para improvisar respuestas en entrevistas, ni tan carismática como Leb para agradable a todos. Ella era sarcástica y directa, ¿eso encajaba con una estrella?

Observó las calles desde las ventanas, repletas de fanáticas y fanáticos que querían ver a Leb. Estaban en Londres, su hogar y primer país que visitarían en una gira corta por unas partes de Europa y Estados Unidos. Pensar que ella una vez estuvo en las calles que ahora esa gente llenaba, solo que hambrienta, drogada y sola, le hizo sentir un escalofrío. Esa chica no tenía material de estrella...

Pero Rubí no era más esa persona.

—Oye, enana —levantó la mirada al escuchar a Aviv llamarla. Vio que tenía el entrecejo fruncido y que observaba cierto punto en el cuarto —. ¿Quién es la mujer que se está acercando a nosotros?

Rubí volteó hacia el mismo lugar que él, encontrando a una mujer en sus treintas caminando hacia ellos con una amplia sonrisa. Era hermosa, de piernas largas, figura envidiable y cabello rubio muy bien cuidado. Solo por su aspecto supo reconocerla.

—Es Christine Reyerta —le dijo ella —. Ya sabes, la conductora del programa.

—Oh, mierda —él empalideció al instante, confundiéndola. Luego, le susurró —. Aún no entiendo muy bien la profundidad. Dime si hay tiempo para correr lejos de ella.

Pero en cuestión de segundos, la mujer ya estaba frente a ellos, sonriendo en dirección a Aviv. Rubí ni siquiera sabia que ellos se conocían, pero debió suponerlo. Después de todo, su tío tenia una larga lista de contactos famosos que incluso a ella la impresionaba.

—¡Avi! —exclamó ella, su voz sonaba tan bien como en televisión —. Que alegría verte de nuevo. Te extrañamos por este lado del charco.

Aviv era tan bueno improvisando respuestas y sonrisas como lo era Caleb. Su expresión amistosa no flaqueó aun cuando había confesado minutos atrás querer correr de la hermosa mujer frente a él. La saludó con amabilidad e incluso preguntó por alguien, un conocido en común. Rubí miró a su hermano, quien también estaba extrañado porque ellos dos se conocieran tan bien; más extrañado aún por lo tenso que parecía estar juntó a ella, a pesar de lo buena que estaba siendo su actuación.

Elise, por su parte, solo estaba intentando contener una sonrisa divertida.

—Me alegra ver que tus ojos ya funcionan —continuó Christine. Rubí frunció su entrecejo ante eso, lo hizo sonar como si Avi hubiese estado descompuesto antes y no fue así —. Lo había escuchado, pero me alegra haber comprobado que se trata de más que solo un chisme pasando de boca en boca.

—Sabes que eso de los chismes no va conmigo. A mi me gustan las cosas claras —aseguró él, su sonrisa no se esfumó en ningún instante —. Por eso hice un comunicado formal. Soy casi una figura pública y no quiero que mis representados se vean afectados por chismes en mi nombre, sean de la índole que sean.

—Que suerte tienen tus representados de tenerte —continuó Christie. Aviv no hizo más que encogerse de hombros, no iba a fingir modestia —. Bueno, ahora que ves, supongo que puedes comprobar lo que tanto dicen de mi ¿Qué opinas?

Extras de Rosas|| libro #3.2Where stories live. Discover now