Pero cuando menos me lo esperaba, en uno de nuestras pijamadas habituales, cuando mi madre estaba dormida y parecía que nada sucedería, no se como el beso suave y casto que Tsukki me estaba dando se convirtió en calor; ese calor que por mucho tiempo estaba esperando y me sintiera avergonzado y deseoso por más. Sus manos tocaron mi piel llena de pecas mientras que las mías recorrieron su espalda que comenzaba a tornarse fuerte y ancha; no dejaba de follarme la boca con su lengua y provocar que gimiera, apretó mis piernas y recorrió mi rostro, mis hombros, mi pecho y acarició todos los puntos que me volvían un costal de nervios con su labios. Sentía brazas recorrer cada rincón de mi cuerpo, la osadía de Tsukishima me prendía y me hacia gemir su nombre. Mi novio reservado y tranquilo se convirtió en alguien intranquilo que perdía la corduda cual animal cada vez que nos encontrábamos y me comía la boca como sino hubiera un mañana.

Sollozaba por el dolor del placer ante el tacto de sus grandes manos sobre mi piel y de su cuerpo sobre mío. Las sensaciones nuevas que Tsukki me hacia sentir eran iguales como estar en una montaña rusa, bajando y subiendo a toso momento y, por dios, me hacían temblar.

El segundo año fue más intenso. Tsukishima podía aparentar ser el estudiante ejemplar, tranquilo y callado, quien te dirá sin rechistar cuando algo no estaba bien; pero conmigo era ruidoso, cariñoso, siempre diciéndome cosas vergonzosas y excitantes cerca de mi oreja, tocando mi cuerpo como un sediento en el desierto. Tsukishima era un lobo y yo era el cordero.

Nuestra primera vez fue en su casa, cuando su madre tuvo que ir con su hermano a la ciudad. Me tomó de manera tan delicada y tranquila que me hizo llorar por el cariño que tenía hacia mi y mi espantoso cuerpo. Me consoló, me dijo cuanto me amaba mientras me limpiaba las lágrimas, besó mis pecas las cuales me hicieron sentir inseguro por mucho tiempo; Tsukishima me amaba. Me lo decía cuando me tocaba, cuando me besaba, cuando me regalaba algo, cuando me hacia algún gesto, cuando me apoyaba y con sus acciones.

En el tercer año las cosas siguieron igual pero ahora con nuevas cosas con las que podíamos jugar y hacer mas entretenida nuestra relación. Tsukishima se volvió un estudiante muy apuesto, creció unos centímetros más y su cuerpo estaba tonificado gracias al voleibol, su cabello antes corto estaba ligeramente más largo; ahora podía ponerle pequeños broches que Yachi me había regalado en mi cumpleaños. En mi caso, me dejé crecer el cabello que ahora me llegaba a los hombros y tenía mis dos orejas perforadas. Cuando se lo mostre a Tsukki dijo que me veía sexy y esa noche estoy seguro que no dormimos en absoluto.

Jugueteabamos entre nosotros como cualquier otra pareja. Kageyama no se acostumbraba ver a Tsukishima siendo cariñoso (a su manera) conmigo cuando estabamos en público a pesar de ya habernos conocido hace dos años.

Tsukishima le gustaba torturar me. Dejarme deseando por sus manos sobre mi cuando estaba muy excitado, quería que le rogara y cuando me portaba de forma caprichosa, me castigaba y debía soportar la torturosa cuenta del uno al diez mientras sus manos impactaban contra mi trasero. Pero no negaba que me encantaba esa faceta de él, me volvía loco.

Sin embargo, hubo un día en especifico donde Tsukishima se portó como un hijo de perra conmigo y pase el peor (o tal ve el más excitante) día de mi vida.

Ese día era nuestro aniversario. Quería hacer algo divertido para mí y para él, pero ponerme un vibrador tal vez no fue la mejor idea. Al menos no para mi. Tsukishima era un pervertido en secreto, durante todo el día mientras estábamos en clases no dejó de presionar el botón y aumentar el nivel de intensidad del jodido juguete. Cuando sentí la primera vibración en mi cuerpo, tuve que retener mis gemidos en mi garganta, me sonroje tan fuerte que parecía una fresa. Mira a Tsukishuma detrás de mi y el maldito hijo de perra sonreía como si hubiera ganado la copa mundial, sus ojos estaban llenos de malicia y lujuria y conforme los minutos pasaban, sentí que el nivel subía de intensidad.

Oh dios mío.

Sentí mi pene levantarse y comenzar a humedecer se. Tsukishima me molestó todo el día sin importar si estábamos solos o en publico. Cuando pase a leer durante la clase de ingles, sino fuera por la voluntad que tenía hubiera caído al suelo y gemir como un actor porno el nombre de mi novio. El maestro de ingles hasta me había preguntado si estaba enfermo por el tenue sonrojo de mi rostro. Escuché como Tsukki reía bajo como un niño travieso.

La peor parte fue durante el entrenamiento de voleibol.

—¿Guchi-senpai, se encuentra bien?—preguntó uno de mis kohais cuando me vio temblando en el suelo del gimnasio. Por supuesto que no estaba bien. Tenía un vibrador metido en mi trasero mientras el maldito de mi novio subía el nivel para torturarme. Pero claro, no iba a decirle eso.

—S-si estoy b-bien, Y-Yukio—le sonreí para aparentar mi creciente excitación.

El entrenamiento fue un tortura. Tsukishima reía de mi desgracia, por mucho que le rogaba que parara este solo sonreía y aumentaba la intensidad del vibrador.

Hijo de perra.

—T-Tsukki, p-para ya.

—No lo haré cariño.

Al finalizar el día, cuando ambos estábamos en su habitación (esa noche me iba a quedar a dormir), me fui contra él y lo bese como un hombre hambriento, gemí su nombre y me restregue contra él para que supiera que estaba muy cachondo por su culpa. Él metió sus dedos en mi, jugando y acariciando mi carne, buscando el maldito vibrador que me había estado matando todo el día, estaba mojado y quería ser tomado con fuerza y estampado contra el colchón. Tsukishima me embistió sin previsto y me hizo ver estrellas, luces de colores y hasta tal vez el maldito infierno o tal vez el cielo.

Tsukki era un hijo de perra pero como me complacía.

botón ───── ❴ tsukkiyama ❵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora