Capítulo 6: Kristtorn

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Hasta el día del Juicio Final.

Mi madre se lo ha tomado muy en serio.

Llevo una semana castigado y casi no he sacado la nariz de casa. De mi habitación, de hecho. Maia ha sido la encargada de hacer de enlace del instituto, y el señor Friedrich me manda los deberes mecanografiados todos los días de manera puntual, junto con un montón de material extra. Para que no me aburra, dice.

También me ha pasado un par de cartas de contrabando de Klara.

Es por la tarde. Se abre la puerta bruscamente, sin llamar. Voy a protestar y llamarla de todo.

—¡Ey! —Es lo único que sale de mi boca antes de que me lance a la cara un montón de papeles que me dejan desconcertado. La mitad se cae al suelo. Logro retener el resto entre las manos con un gesto torpe—. ¡Enana! —la llamo para que me cuente si la ha visto, qué le ha dicho, si tiene pensado venir a verme. Pero Maia ha cerrado de un portazo.

Vuelve a abrir la puerta y asoma su cara pecosa y cabreada, enmarcada por su par de trenzas rubias que empiezan a desentonar con su rostro anguloso y sus labios sensuales.

—Mira, Erik. ¡Empiezo a estar un poco harta de tanta cartita! Si Klara tiene algo que decirte, ¡que te llame por teléfono! —grita con fastidio. Yo sonrío. Hay carta. Porque no siempre la hay—. Y los libros de Friedrich pesan una tonelada. ¡Dile a mamá que te deje ir a la biblioteca, porque no soy tu criada! ¡Hasta el moño estoy ya de tu castigo!

Pega tal portazo que la casa entera retumba y escucho el berrido airado de mi padre. Él y mi hermana se enzarzan en una discusión, pero yo me abalanzo a buscar la letra redonda e infantil de Klara entre los papeles del suelo.

«Hola, Erik.

¿Cómo vas?

Por aquí todo sigue igual. Las clases no son lo mismo sin ti. Nos falta quien le ponga la chispa a literatura y a historia.

Aprovechando que estás castigado, me he centrado en estudiar, aunque me cueste un poco centrarme. No hago más que pensar en cierto paseo en el puerto.

SI es que parece que lo hayas hecho a propósito...de hecho, estoy un poco enfadada contigo. ¡Ahora que iba todo tan bien! No hago más que pensar una y otra vez en ese maldito beso y tú castigado. ☹

Te cuento que Peta lleva unos días sin venir, Anders se ha pasado por la tienda y tampoco está. No quiero preocuparte, pero sí avisarte. Nosotras no nos llevamos, pero sé que es importante para ti.

Bueno, ahora mismo estoy pensando en si le doy o no esta carta a tu hermana mientras me mira con cara de odio mientras la escribo. Estoy en las mesas del comedor, donde siempre nos sentamos.

No paro de pensar en ese beso.

Espero que tu hermana no sea una cotilla y abra el sobre.

Intentaré ir a verte. ¿No necesitarás ayuda con los deberes?

No paro de pensar en ese beso.

Klara.

PD: estoy furiosa contigo. Mereces estar castigado hasta el día del Juicio final».

Me doy cuenta de que me he llevado el papel a los labios y lo estoy oliendo. Lo separo con gesto brusco. Joder. Me estoy volviendo un cursi. ¿Qué pretendo?¿Buscar su aroma en la tinta y la hoja del cuaderno? Y es que yo tampoco he parado de pensar en ese beso. Cierro los ojos y puedo revivir los milímetros exactos que mi boca presionó en la suya. El sabor dulce. El tacto húmedo de su lengua.

—¡Joder!

Me pongo de pie y empiezo a caminar por la habitación. Es grande. Tenemos una casa enorme. Mi habitación es amplia, mido más de un metro ochenta, y mi cama es grande. Tengo un escritorio que ocupa toda una esquina, varias estanterías, un sofá para mí solo, un armario vestidor un baño dentro de la habitación. No me puedo quejar. Aún así me siento como un puto tigre enjaulado. Abro la ventana. Que el tiempo haya mejorado no ayuda. Fuera se ve a la gente haciendo deporte y todo mi cuerpo se pone a gritar con las ganas de salir al aire libre.

Grietas en el hieloWhere stories live. Discover now