Día 12 - Festival de flores PARTE 2

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"Yo quiero hallar la felicidad no más dolor" se decía Ethan continuamente agarrándose la parte de la camisa cercana a su corazón. Aquello le superaba, no se había sentido tan roto desde que sus padres le empezaron a tratar como una persona completamente diferente. Las lágrimas caían por sus afiladas mejillas formando dos pequeñas cascadas a cada lado. Los labios le temblaban y se contraían llenándole la barbilla de pequeños agujeros. A Simon se lo estaban llevando en una camilla.

Por fortuna de Ethan no se lo iban a llevar en ambulancia si no que lo llevarían a la enfermería para atenderle mejor allí. El peliazul no podía apartar la mirada del cuerpo del peliblanco mientras se lo llevaban, necesitaba verle los ojos para poder seguir respirando . "Abrelos por favor, abre los ojos por mi" pidió y como si se le hubiese concedido un maravilloso deseo, los ojos de Simon se abrieron levemente. Un suspiro de esperanza salió de su boca. Cuando los ojos del contrario se posaron sobre los suyos una sonrisa tonta se dibujó en su cara, contagiando la misma reacción a éste. Para Ethan, en ese mismo instante, el mundo solo giraba entre ellos dos. No había nadie más en él.

-Simon-dijo con los labios, sin emitir ningún sonido, hacia el peliblanco. Éste le respondió de igual manera pero diciendo su nombre haciendo que su sonrisa se ensanchara muchísimo más. Siempre le habían dicho que la gente que sonreía tontamente por aquellos actos es que estaba enamorada pero, ¿eso era aplicable para su situación? pensó. Poco después de susurrar su nombre cerró los ojos cansado por el esfuerzo. Al menos había conseguido lo que necesitaba aunque ahora quería más de él.

Ethan al darse cuenta de que estaba en un lugar público borró su sonrisa y miró su alrededor buscando a alguien que se hubiera percatado de la estupidez que acababa de hacer, o por lo menos así lo veía. Y a él le encantaban las estupideces. Por suerte nadie los había visto. Ahora el mundo había empezado a ensancharse y ya no estaban ellos dos solos ¿Por qué había hecho eso? preguntaréis, ya que Ethan es muy tímido y reservado. Pues bueno ,le había salido sin pensar, como si los ojos del contrario le hubieran pedido, o más bien rogado, que le llamara por su nombre. El peliazul empezó a darle vueltas a lo que acababa de pasar, a cómo había actuado ante Simon y unas mariposas danzantes en su barriga empezaron a hacerle cosquillas. Tragó un gran cúmulo de saliva para intentar que se fueran, pero no lo hacían, no se irían hasta que fuera a la enfermería. Ellas querían saber cómo estaba el número 10. Querían que le volviera a besar como lo hizo aquella vez en esa sala de estudios. Necesitaban volver a probar el sabor de sentirse querido y deseado por alguien.

Al final decidió que esperaría al descanso de mitad del partido para ir a ver a Simon ya que no quería levantar sospechas. Sabía perfectamente que nadie les había hecho caso pero le era necesario dejar un tiempo entre medias para no parecer desesperado. Desesperado y patético para si mismo por ser la primera vez que sentía algo tan fuerte por alguien. El segundo cuarto terminó 29-35 para Aoku, estaban perdiendo por muy poco los de su escuela. Lo único bueno que habían sacado sus compañeros de ese desastre era más coraje para ganar ese partido y humillar al equipo contrario por haber jugado tan sucio.

Ethan fue andando rápidamente hasta el interior de la escuela. Evitó los pasillos más transitados y a veces se escondió para que no le vieran. ¿Que por qué hacía eso? Se moría de la vergüenza cada vez que se cruzaba con alguien porque parecía como esa persona sabía lo que iba a hacer y se estaba riendo de él mentalmente por sentir algo por alguien de su mismo sexo. Bueno aquello le pasaba cada segundo de su vida que lo pasaba fuera de su casa, cada vez que oía como alguien se reía pensaba que se estaba riendo de él. Cada vez que alguien cuchicheaba con sus amigos de algo, pensaba que estaban hablando mal de él. Cada vez que alguien se le quedaba mirando más de la cuenta imaginaba que se estaba dando cuenta de lo imperfecto que era. Cada vez que escuchaba su nombre por la calle, aunque no fuera a él a quien estaban llamando, apretaba el paso para huir de aquel sitio. El adjetivo de persona segura de si misma no iba nada con él, más bien se veía repelida de su persona como cuando dos imanes del mismo polo se repelen entre sí.

Pétalos de rosa (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora