Día 17 - Enfermedad

596 51 27
                                    

Ethan tardó bastantes horas en volver en si. Su madre, quien le había recibido, fue la que se ocupó de él. 

Nada fuera de lo normal, el padre, en cuanto vio en el estado en el que se encontraba el peliazul, pasó de él completamente. "Ese no es mi hijo" le dijo a su esposa antes de marcharse a hacer cosas más importantes -según él-. 

Ella fue quien le bañó con todo el esmero del mundo y le quitó toda la suciedad que éste llevaba encima. Aunque le hubiera llovido a rabiar, el barro se había agarrado bien a su cabello, a sus uñas y a otras zonas del cuerpo que era mejor no nombrar. También fue quien le llevó a la cama, le arropó y le dio las buenas noches, aun sin saber si le estaba escuchando. 

La culpabilidad que ya le azotaba desde que su hijo empezó a cambiar -palabras textuales de su marido- se hizo más poderosa. Durante todo el proceso de limpieza y acomodación, intentó aguantar las lágrimas que le quemaban los ojos y, sorprendentemente, no salió ninguna. Al menos no hasta que cerró la puerta de la habitación de Ethan y se derrumbó. Sus piernas fallaron en el momento que salió. 

Se estaba temiendo lo peor y, a decir verdad, no iba mal encaminada. Ademas, saber que su hijo estaba tan cerca de ella pero a la vez tan lejos. Tan distante, tan irreconocible, lo agravaba todo. Después de todo, no había sido para nada una madre ejemplar.

Su hermana se interesó por el estado del menor, mas evidentemente, su madre le quitó importancia diciendo: "es que se ha caído por la calle". Al menos ella sería la única persona de la familia que no estaba salpicada por un pasado angustioso. Tal vez por eso -y por lo fuerte que era- siempre podía tener una gran sonrisa en su cara. Ella sería la única normal de todos ellos. La que saldría adelante y, llegado a su momento, podría hacer una vida normal fuera de su nido.

A la mañana siguiente, bien entrado el medio día, Ethan por fin abrió los ojos. Estaba realmente dolorido y sentía como los músculos le pedían a gritos que no les hicieran moverse. Al principio, el menor se asustó pues no recordaba mucho del día anterior. Pero cuando vio dónde estaba, su corazón empezó a calmarse. 

"Al menos estoy en mi habitación" dijo en su mente. Mas se quedó en una frase vacía.

Miró con los ojos bien abiertos por la sala, esperando encontrar algo fuera de lo normal pero, lo que no se dio cuenta en ese momento, es que lo que no estaba normal allí era él mismo. Pero si lo hizo cuando las millones de imágenes de los recuerdos del día anterior empezaron a bombardearle la mente. Cada retazo de memoria parcialmente borrada por el shock se hizo notar con un doloroso pinchazo en sus sienes. Hubiera preferido vivir en una mentira, no tener que recordar lo que pasó hacía menos de 24 horas, mas ya era tarde. Su mente no podía controlar la llegada de esos recuerdos. Barro, más barro, golpes, sangre, lluvia y alguien encima suya metiéndole algo indeseable por una zona que le daba vergüenza imaginar en aquel instante.

Si ayer no fue un buen día para Ethan, este no estaba mejor encaminado. Le costó asimilar toda la nueva información. ¿Es que alguien puede aceptar así, sin más, que el día de ayer fue violado por un enfermo mental? 

Norman

Ese muchacho acababa de romper cualquier esperanza en el menor para ser normal -o al menos intentarlo-. Le había cogido y humillado como un trozo de mierda. Había perdido algo que, en su momento, le habría gustado corromper con la persona indicada. Persona que podría haber sido Simon, quien sabe. Pero no, ya era demasiado tarde. Su cuerpo, que antes no le parecía mejor, estaba rozando unos límites de asco jamás pensados por él. Además, a lo mejor, aquello solo era el principio de algo peor. ¿Quién le podía jurar a Ethan que Norman no volvería a meterse en su vida? Debía acabar con aquello.

Pétalos de rosa (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora