~Capítulo 2~

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No sé cuánto tiempo pasa, pero al fin la maldita puerta se escucha, aunque es un sonido suave lo detecto. Me yergo y noto que mis piernas están entumidas. Me aferro al muro, colérica. Sube, lo sé por sus pisadas aunque son sigilosas, como las de un fantasma.

—No te duchaste —señala quitándose el saco al llegar al piso donde me encuentro, aflojando la corbata. Sin pensarlo me acerco y pretendo darle una bofetada, detiene mi mano en vuelo, me acerca a él y me mira fijamente.

—Si te gusta lo rudo, solo debes decirlo —suelta con perversión. Respiro agitada, buscando soltarme, me deja libre y sin que lo vea venir le planto mi palma en su rostro. Parece que lo espera. Asiente sin moverse—. Es un placer tenerte aquí, Elle —revira dejándome ahí, de pie, helada, con la mano adolorida.

—No puedes hacerme esto. No puedes —le hago ver. Todo cobra vida con tan solo una orden de su boca y el vestidor se enciende, lo sigo.

—Puedo. Por eso lo hago. Pero no te preocupes, estarás bien.

—No si permanezco aquí, en contra de mi voluntad.

—Bueno, entonces desea estar aquí y asunto resuelto. Créeme es lo mejor para ti —refuta desabrochándose la camisa.

—¡Eres un hijo de puta!

—No, no lo soy, la verdad... pero sí un cabrón y tú serás mi compañera —determina quitándose la prenda superior.

—¡No seré tu nada! ¡Imbécil!

—Tienes razón, Elle, ya lo eres. Aunque no haya estado aun dentro de ti, lo eres —asegura soltándose el cabello. Quiero matarlo y busco con qué, me siento fuera de mí—. No lo intentes. Mejor ve a comer.

—No comeré, me mataré de hambre hasta que entiendas que no quiero estar aquí.

—Bien, es tu decisión. La muerte por inanición es espantosa, aunque tú sabrás.

Y se comienza a quitar el pantalón. Salgo de ahí casi corriendo, ya no sé qué puedo hacer, tengo hambre, sí, sueño, rabia, miedo, todo junto. Me siento en la misma orilla de hace un rato, quizá apelando a algún sentimiento de lástima y así me deje en paz o con el paso de los días, al notar que no pienso moverme de mi postura: Me quiero ir de aquí.

Lo veo salir, pedir un filete de cenar por ese maldito conmutador, junto con una copa de vino. Me pregunta si no deseo nada, lo ignoro. Baja despacio, con tan solo un pantalón de algodón oscuro y una camiseta blanca. La comida llega, le sirven y habla algo con el gorila ese, se oyen relajados. Escucho lo cubiertos, el televisor, habla por teléfono también en alemán, me parece.

Más tarde, suspira, se apaga todo y regresa a la planta alta. Lleva consigo un libro. En el umbral se quita la camiseta dejándola en el barandal, entra al vestidor, luego sale. Se mete bajo las sábanas y comienza a leer, ignorándome. No entiendo qué pretende, en serio que no, pero agradezco de alguna manera que no se acerque a mí, le escupiría, quizá deba hacerlo.

Pasa varias horas leyendo, atento, en silencio, con rock en inglés invadiendo el lugar. No puedo comprender cómo es que logra concentrarse así, además, es ruidoso, molesto, pero parece que a él le ayuda, contrasta con la imagen que cualquier podría tener de un hombre con su poder, aunque eso no me interesa. Me levanto cuando me siento entumida, necesito ir al baño. Me ve de reojo pero enseguida regresa a lo suyo, parece tan seguro que siento odiarlo aún más. Camino con torpeza hasta donde debo, al estar sola rebusco de nuevo el lugar, quizá un vidrio, o una navaja. Nada. Salgo después de echarme agua al rostro, luzco fatigada, despeinada. Odio este maldito camisón, pero no me ducharé aquí, menos me pondré algo de lo que ese idiota me ofreció porque sí, ya vi que hay mucha ropa de mujer en ese maldito lugar. El sillón dentro del vestidor me llama, pero mi plan es despertar su consciencia y ahí no lo lograré.

Placer Sombrío© EN LIBRERÍAS Y AMAZONWhere stories live. Discover now