Capitulo 1

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Yo era invisible.  

No quiero hacerme la víctima ni nada de eso, estoy diciendo la completa verdad. Era invisible, tal como el Griffin de H. G. Walls solo que sin el beneficio de ser realmente intangible. Como muchos otros, simplemente era una mancha. Uno más entre miles que parecían desaparecer entre la multitud de sobresalientes.  

No me malinterpretes, no me molestaba. Era feliz así. No me consideraba una persona ambiciosa y tampoco me consideraba diferente en ningún aspecto. Era inteligente, pero no el mejor de la clase. Mi apariencia física no sorprendía, pero tampoco destacaba por fea. No era particularmente amable o conversador, como tampoco era un inadaptado social. Ni siquiera mi ropa tenía algo ostentoso del cual presumir.  

Yo era el ejemplo más claro de ciudadano ordinario.  

¿Por qué esto es importante? Porque así como en otras historias es el héroe rebelde quien contaba lo que sucedió, yo nuevamente soy una contradicción. Yo no fui el protagonista, fui solo un mero testigo del verdadero héroe.  

¿Por qué? Porque yo era un cobarde. El mundo a nuestro alrededor se estaba consumiendo. La tecnología jamás había tenido un pico más alto, pero las guerras llegaron a un punto de quiebre y las conocidas bombas atómicas, las cuales tanto se habían amenazado por una centuria para no tener que usarlas, se dispararon hacia los cielos. El resultado fue catastrófico. Muchas ciudades famosas de Europa, Asia y el norte, habían sido destruidas, vueltas un cementerio gris y radiactivo que no vería la luz por otros miles de años.  

Nosotros nos salvamos. Éramos un país del sur, pequeño pero productivo, que aun era necesario para alimentar a las bocas que aun quedaban. La zona superior del mundo se estaba devorando a sí misma, la contaminación radioactiva destruyendo cada parte del suelo. Cientos de ecosistemas se perdieron. Otras miles de especies animales murieron. La que antes había sido la civilización superior del planeta, había decaído por las mismas cosas que habían mandado a producir.  

Recuerdo que al principio lo habían llamado medios de defensa. ¿Matar a millones de personas era defensivo? ¿Contaminar la única tierra que íbamos a conseguir era proteger nuestro futuro? No lo creo. "Defensa" se volvió la cotilla más usada para justificar las atrocidades que sucedieron, perdiéndose para siempre el verdadero significado de esa palabra.  

Tengo que decir que hubo algunos que se opusieron a este método tan poco constructivo de salvar el porvenir, pero eran voces pequeñas que eran coreadas por la multitud silenciada. Las asociaciones para salvaguardar la paz mundial y el entendimiento se disolvieron como el azúcar en el agua.  

Allí, cuando la mitad del mundo colapsó, mi país y sus vecinos de bajo desarrollo de pronto se volvieron potencias. Ya habíamos sido protagonistas en los últimos años por nuestros numerosos recursos, pero ahora perfilábamos como estrellas; un farol que llamaba a las poblaciones destruidas en búsqueda de una nueva vida.  

Aun así, no todo fue tan sencillo. Mi abuelo decía que hay personas que aprenden de sus errores, y otras que los repiten una y otra vez, como esperando a que la solución les llegara. Y eso mismo sucedió. Sus países podrían estar destruidos, pero las mismas personas que las habían llevado al desastre aun seguían liderando. Y pese a que habían significado casi la eliminación de la mayoría de la población mundial, aun se sentían superiores con el respaldo de sus armas de fuego. Los recursos que aun quedaban sin usurpar se volvieron demasiado tentadores para que actuaran con la cabeza fría.  

Cuando llegaron las primeras noticias de países africanos siendo reprimidos bajo un nuevo régimen, la mayoría se horrorizó. Yo, honestamente, me pregunté que les había tomado tanto. Si habían sido tan idiotas para destruir sus propios países, ¿Cómo me iba a sorprender que tomaran otros? Había sido el paso poco progresista que las sociedades humanas habían hecho durante miles de años. Eso no iba a cambiar.  

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