Capítulo 27: Nueva visión

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Capítulo 27:
Nueva visión

Capítulo 27:Nueva visión

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Selt Riquelme

No sé dónde estoy, todo está oscuro. Las piernas me tiemblan y los dientes me castañean. Hace un frío infernal, pero no es eso lo que me tiene temblando de pies a cabeza. Es algo más, algo que no perciben mis ojos, pero sé que está allí, frente a mí.

Estoy aterrada, por mis poros solo sale el miedo que me consume en carne viva; me abrazo yo misma de una manera tan fuerte que me lastimo. No sé a dónde ir. Es como si estuviera parada en una porción de tierra y a mí alrededor no existiera nada más que un gran vacío.

De pronto, hay luz que me daña los ojos; pestañeo varias veces hasta que se adaptan a la claridad. Por un momento, creo ver personas delante de mí. Cierro nuevamente los ojos y los aprieto con fuerza. Luego los abro.

No es mi imaginación. Veo unas personas frente a mí, las cuales forman un círculo con túnicas pesadas y oscuras. Hay algo en el centro, pero no vislumbro qué es. Camino despacio hacia el círculo, pero nadie parece notar mi presencia, así que acelero el paso y me detengo a unos centímetros de este para mirar a través del espacio que hay entre dos personas. De mi boca sale un sonido gutural.

Grito como una loca sin apartar la mirada.

Nadie se gira a mirarme, nadie me ha escuchado.

Siento que las piernas se me doblan y, jadeante, solo siento el impacto de mis rodillas contra el suelo.

Observo los ojos violetas que me miran, vacíos. Mis labios pronuncian su nombre «Mia», pero ella no da ninguna señal de escucharme. Tiene el vientre inflado como un globo, y las piernas descubiertas hasta los muslos, rodeadas de sangre. Junto a ella, hay alguien cuyas manos sacan algo de entre sus piernas. Un llanto rompe mis tímpanos tan fuertes que tengo que taparme los oídos.

Cuando alzo la vista nuevamente, veo el rostro de la persona que sostiene al bebé y siento que el corazón se me detiene. No puedo respirar. Estoy aterrada: ¡es mi madre!

Sus ojos carmesíes relampaguean en un extraño color mientras observa a la niña en alto. Su sonrisa me produce asco. Ella está feliz y Mia está muerta.

No puedo hacer nada más que mirar.

Despierto sobresalta. El corazón me golpea las costillas; la sangre no parece fluir bien por mis venas. Las manos me tiemblan y las lágrimas caen como chorros en la sábana que me cubre el cuerpo. La pesadilla sigue intacta en mi memoria, rasgando mi alma lentamente. Respiro una y otra vez hasta que consigo que el ritmo frenético en mi pecho llegue a la normalidad. Me repito que es una pesadilla, y que las cosas estarán bien, solo es cuestión de esperar unas horas o días... No quiero pensar, acaricio el colgante que ahora reposa en mi pecho y me siento más tranquila. Pensar en Sergio me permite olvidar todo lo demás, hasta que Simón aparece a los pies de mi cama, una sombra que me mira fijamente, aunque no puedo ver sus ojos.

—¿Tienes pesadillas?

—Son visiones, y espero poder detenerlas —suelto el colgante, mi corazón se contrae dentro de mi pecho cada vez que la sentencia de un final sale de mis labios. Me siento, no sé si son ideas mías, pero escucho la aguja del reloj marcando cada segundo en mis oídos. Recordándome que el sigue su curso, y que mis decisiones han sido tomadas.

—No dudes, ella no sé merece tu compasión —se mueve por la habitación y se detiene cerca de la ventana donde los rayos del sol no pueden alcanzarlo y luego retrocede.

—¿Tú si la mereces?

—No, yo mucho menos. No soy mejor que mi hermana, he tomado todo lo que me ha ofrecido durante muchos años. La diferencia es que ella es quien ha matado para sus rituales y expandir su poder, yo solo me he alimentado de ello porque soy la fuente de sus habilidades.

—¿Qué pasó contigo? Nunca encontraron tu cuerpo, tampoco se supo nada de mi madre —el pasado, allí es donde están todas las respuestas que no puedo preguntarle a ella directamente.

—Me convertí en esto, una sombra que no puede mostrar sus facciones humanas. Ya no soy humano, deje de serlo hace mucho... y tu madre, bueno ella destruyó la villa donde vivíamos. Quienes sobrevivieron, la recuerdan como la mujer con ojos de demonio.

La anciana Tata recuerda muy bien ese trozo de historia. Su ceguera le ha impedido detectar a la familia de ojos carmesís que hace algunos años se estableció en Enmerald, nosotras.

—Supongo que no puedes contarme más que eso —murmuro un tanto molesta.

—Así es, tu madre está recuperando el control de mi justo en este momento por eso estoy aquí y no recorriendo la ciudad como me hubiera gustado. Dar un par de susto seguro que mejorarían mi ánimo, estuve tan cerca de ser libre.

—¿Nariel intento liberarte? —pregunta sorprendida de las acciones de mi hermana, recuerdo perfectamente cuando mi madre le prohibió convocar de nuevo a Simón, en ese momento no estaba segura de a quien se refería con exactitud, pero ahora estoy segura. También, mi hermana mencionó que lo quería ayudar.

—Sí, ella se ha encaprichado conmigo. Es una buena sucesora para tu madre, hay que tener mucho cuidado con ella una vez que Sonia... En fin, tu hermana ha causado un desastre catastrófico para los oscuros y están todos como locos intentando solucionarlo.

—Te has aprovechado de Nariel —le cuestiono.

—Sería un tonto si no hubiera aprovechado la oportunidad, además, eso las mantendrá ocupadas durante todo el día, y quizás también mañana lo que les da tiempo a los guardianes para tomar las medidas que necesitan, si no tienen un traidor en sus filas. Esperemos que no sea así, o estarás en problemas, muchos problemas.

Se me eriza la piel, si mi madre descubre que he sido yo la que la ha entregado a los guardianes ¿de qué sería capaz?

—¿Qué tipo de problemas ha causado Nariel? —necesito enfocarme en otra cosa, todo va a salir bien.

—El experimento de tu madre con las bestias se salió de control con el intento de mi liberación por parte de tu hermana —la forma de sus manos se agarra con fuerza del barandal de la cama como si recibiera un castigo por pronunciar esas palabras.

Es un hecho que los ataques que ha recibido la ciudad, las bestias perdiendo completa cordura son responsabilidad de mi madre, el aro rojizo en sus miradas son una de las marcas de los oscuros.

—¿Qué te ocurre? —pregunto preocupada.

—Me encadenan de nuevo —susurra con dificultad, y la sombra se desvanece hasta que no quedan rastros de su presencia. El peso de la soledad se cierne sobre mí, las palabras de aquella mujer ciega vuelven como un aguijón que se encaja en mi piel con lentitud, ella mencionó algo sobre el tiempo y la soledad, una vida larga y en aislamiento, así como ha estado él.

¿Por qué esa mujer tenía que decirme algo así? Ahora me aterra de solo pensar en ello. Me cubro el rostro con la sábana, necesito dejar de pensar o me volveré loca.

 Me cubro el rostro con la sábana, necesito dejar de pensar o me volveré loca

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Enmerald. Guardianes 1. Origen De Los OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora