Compañía de Transportes Sky

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  La Casa de Santa Claus tenía una actividad incesante por aquellas fechas: los últimos juguetes se empaquetaban con prisa, los trabajadores apenas daban abasto con los últimos detalles de los trineos, con el acicalamiento del pelaje de osos de pe...

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  La Casa de Santa Claus tenía una actividad incesante por aquellas fechas: los últimos juguetes se empaquetaban con prisa, los trabajadores apenas daban abasto con los últimos detalles de los trineos, con el acicalamiento del pelaje de osos de peluche muy peludos ni con los materiales defectuosos que debían reparar antes de que Santa Claus se fuera sin ellos.

La Sección de Adultos tampoco se quedaba atrás: muchos billetes de lotería ganadores y cigüeñas con adorables bebés estaban preparándose para volar. Aunque la Sección de Adultos siempre solía tener menos ajetreo que la infantil, pues muchos adultos ya no creían en la magia de la Navidad.

Faltaban 5 días para la Navidad y La Casa de Santa Claus estaba en ebullición. En la Zona de Deseos Oscuros muchos y muchas duendes estaban preparando sus maletas para emprender su misión y los regalos de materiales sexuales eran abundantes. La Zona de Deseos Oscuros seguía un riguroso seguimiento de todos los regalos por individual: observaban a las personas que los habían pedido y llevaban un reglamento estricto para no enviar esos regalos a personas que no debían tenerlos. Más del 60% no se hacían porque los habían deseado personas equivocadas, sin embargo, el 40% sí se hacían y provocaban una inmensa felicidad.

Miska trabajaba en la Zona de Deseos Oscuros. Pero Miska no tenía ganas de servir a nadie; no quería ser una esclava como creía que acababan siendo todos los duendes, así que firmó un acuerdo de despido. Aquello no estaba bien visto y, de hecho, no se lo había visto hacer a nadie en su vida. Pero no lo soportaba más, sentía que aquella fábrica no era su lugar. 

Emprendió un viaje a Alaska, un lugar frío donde no sería esclava de nadie y podría tapar las manchas de nacimiento verdes y las orejas puntiagudas, signos propios de los duendes de La Casa de Santa Claus. Cuando pisó Alaska por primera vez, se aferró a ese sentimiento de libertad y decidió que lucharía por él. No sabía muy bien cómo funcionaban las cosas fuera de Laponia, donde le habían dicho que los renos eran los mejores transportistas y todas las empresas que trabajaban para Santa Claus cumplían un estricto acuerdo de confidencialidad. Por supuesto, nunca había visto renos ni conocía más empresas. Ninguno de los duendes tenía acceso a esa información. 

El trineo que estaba esperando se acercaba a lo lejos: no estaba tirado por renos, que era el medio de transporte que le habían comunicado que utilizaba Santa Claus, sino por unos perros como los que habían pedido muchos niños al hombre de rojo. Sin embargo, de La Casa de Santa Claus no salían animales. Por lo que había visto en fotos, siempre le habían gustado esos animales a Miska: tenían una gran cantidad de pelaje y unos ojos maravillosos.

Miska pronto pudo percatarse, en la bruma del anochecer casi perpetuo, de la gran figura que guiaba, en el trineo, a los perros. Los perros caminaban con rapidez por la fría y blanda nieve, en contra de un viento gélido del que Miska se protegía con numerosas capas de ropa, como si fuese una cebolla. Por suerte, estaba acostumbrada al frío finlandés, que era similar al de Alaska, y soportaba bien aquella temperatura.

Los perros comenzaron a trotar cada vez más despacio hasta que llegaron a Miska. En varios kilómetros a la redonda solo estaban aquellos perros, su guía y ella; Miska, una joven que, sobre todo, quería un lugar donde no fuera fácil de encontrar. No quería toparse con nadie de La Casa ahora que era una deshonra. La persona tras aquella ropa invernal dejó la cuerda tirante después de que los perros frenaran del todo.

—Hola —saludó una voz masculina y clara tras la bufanda. Tuvo que elevar la voz para hacerse oír porque hacía viento. Bajó del trineo para tenderle una mano a la joven—. ¿Debes ser Miska, verdad?

—Sí, soy Miska —afirmó con seguridad, sabiendo que aquello sería el comienzo de una nueva y mejor vida. Alzó la mano para dársela unos instantes—. Y tú debes ser de la Compañía de Transportes Sky, ¿verdad?

—En efecto, me llamo Anderson Sky. Vamos, sube, estarás helada, te llevaré al hotel.

¡Hooola! Aquí os traigo el primer capítulo, una primera toma de contacto con el mundo de Miska

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¡Hooola! Aquí os traigo el primer capítulo, una primera toma de contacto con el mundo de Miska. Os añado una canción que podéis escuchar mientras leéis. La canción ha sido elegida porque el ritmo va acorde con lo que en este capítulo acontece, como el ritmo en la fábrica y los huskys corriendo (al menos, en mi mente suena así).

¡Espero que os guste!

Un duende en AlaskaWhere stories live. Discover now