Capitulo 2: Nacida Para el Dolor

15 2 2
                                    

                                                                                 (Mariam)

Existen sufrimientos inimaginables en los que nunca piensas por que a ti nunca te va a pasar, hay situaciones que escuchas todo los días, en el metro, en la calle, en cualquier lugar banal en el que estés, pero tú no le prestas atención porque eso no es contigo, no es tu vida, nunca vivirías, harías o pasarías por algo semejante, eres una afortunada de la vida, hasta que un día cuando más confiada estabas que lo tenias todo, ya no es así. Porque te falta la brújula con la que seguir el rumbo, esa que perdiste, esa que no sabías que tenias, al no fijarte nunca en las pequeñas cosas.

Caminar las calles desoladas en un día de invierno en una ciudad como esta a altas horas de la noche, era un autentico suicidio, pero sentía la imperiosa necesidad de respirar y escapar de esas cuatro paredes que era el sótano donde vivía o donde hasta mañana viviría, se sentía ahogada, claustrofóbica de tanto pensar, no importaba si sus piernas dolían o si su cuerpo estaba débil, ella necesitaba encontrar algo de paz.

Estaba cansada, tenía casi tres meses buscando un trabajo decente que la ayudara a solucionar todos sus problemas, pero nadie le brindaba una oportunidad a alguien sin estudios y mucho menos si asistía a buscarlos con su ropas desgastadas que parecían de dos siglos atrás; se encontraba agotada de sonreír sin tener la mínima ganas de hacerlo, de que todos en ese lugar la humillaran y se rieran a sus espaldas cada vez que pasaba por algún lugar, solo por ser hija de quién era y por confiar en quien no debía.

Parece que algunos nacemos solo para ser juzgados, sin ningún motivo aparte, que las elecciones y decisiones de otros. Acaso ella tenía la culpa que su madre haya sido una prostituta que se acostaba con mas la de la mitad de los hombres que vivían en esa ciudad, o que su padre fuera un vendedor de cocaína, porque para los ojos de todos allí parecía que si, tratar de aferrarse a su voluntad para soportar tantas ofensas y calamidades se estaba haciendo cuesta arriba.

Una chica como ella no tenía derecho a soñar porque antes incluso de ser concebida, ya estaba estigmatizada por la sociedad de un mundo tan cruel.

El frió de esa noche de invierno le estaba helando los huesos, se incrustaba en su piel como fuertes punzada, sumida en una inmensa penumbra se sentó en la acera de una calle desierta donde la única luz encendida era la de un poste con una bombilla que emitía un tenue parpadeo que a momentos alumbraba o al contrario dejaba todo en la más profunda oscuridad.

Su mirada cristalina se detuvo de pronto en las estrellas que brillaban con tal intensidad que la hacían sentir aun más pequeña e insignificante de lo que era.

-¿Pero qué haces tú todavía en este lugar? no te ha quedado claro que aquí nadie te quiere, eres una mancha en el buen nombre de esta ciudad – esa voz provoco un escalofrió de temor en todo su cuerpo, el dueño de la misma no se cansaba de hundir más hondo el puñal que le había enterrado en el corazón.

Sus amigos al igual que el bajaron del coche, del cual minutos antes Oliver había salido, respaldando las palabras de este, mientras se colocaban alrededor de ella muertos de la risa y lanzándoles palabras ofensivas.

-No tienen que preocuparse, me iré pronto – fue todo lo que alcanzo a decir la chica antes que el chico y sus amigos la levantaran a la fuerza, mientras que ella intentaba resistir y pataleaba o eso intentaba hacer porque su destreza era inexistente.

-No querida, pronto no, te irás ya – explico Oliver mientras la subían entre todos al auto. Ella gritaba mientras gruesas lágrimas recorrían sus mejillas, y el temor que sentía la impedía escapar o golpear fuerte a sus atacantes.

Siempre habrá un día despuésWhere stories live. Discover now