Capítulo 7

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  • Dedicado a Editorial Fundamentos
                                    

Capítulo 7 - 18 de octubre de 1992

    El cartero preguntó por mí, traía una carta certificada. Como recibía poca correspondencia, de inmediato imaginé de qué se trataba. Efectivamente, en la parte superior del sobre se encontraba el sello militar. Mantuve la respiración durante unos segundos antes de abrirlo. No tenía dudas acerca de mi inmediata incorporación a filas, pero aún no sabía cuál era el destino. Aunque había elegido un cuerpo de élite formado únicamente por voluntarios, podía ser que no me aceptasen. Pero todas aquellas dudas se disiparon rápidamente al leer la carta. Quedaba confirmada mi solicitud y tendría que presentarme el 2 de noviembre en el cuartel de Colmenar Viejo.

Con la excusa de no tener dinero, a partir de los cuatro años, en mi casa nunca celebramos ni las navidades ni los cumpleaños. Para un niño de cuatro años es difícil de entender que una cosa pueda llevar a la otra, para una persona adulta es aún más complicado de creer. Quizás estas cosas son las que van forjando el carácter de una persona, desde luego, en mi caso, no sólo me resultaba incómodo asistir a un cumpleaños, además toda aquella celebración que para mí carecía de sentido, me parecía totalmente ridícula. Son pequeñas cosas que quizás te van distanciando del resto: no hacer regalos, no cantar el cumpleaños feliz, ni siquiera aplaudir, todo ello hace que no muestres tus sentimientos, y la mayoría de las personas no logran entenderlo. ¿Tal vez me había demostrado demasiado frío con María? ¿Pero cómo saberlo? Era algo de lo que no me podía desprender. Actuar como el resto era más complicado de lo que parecía, acordarse de la fecha del cumpleaños de los demás es muy difícil cuando ni siquiera recuerdas la de tus padres, hermanos e incluso la propia. Pero eso puede tener solución

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con una agenda, luego, seleccionar un regalo apropiado puede ser algo más difícil, aunque dicen que lo que cuenta es el detalle. Pero aun haciendo todo esto, te encuentras con el problema de la celebración, te es imposible entonar el cumpleaños feliz, y las palmas las das de la única forma que has visto por la tele, al estilo flamenco. Pero lo que no se ve por ninguna parte es esa supuesta alegría, esas risas, carcajadas, estado de ánimo que presentan las personas cuando se encuentran de fiesta. En lugar de divertirte como los demás intentas comprender de qué se ríen: ¿por qué están tan alegres? Analizas la situación, pero no consigues comprenderlo. Poco antes de la entrada al ejército llegó mi cumpleaños, cosa que, como era habitual, no le di ninguna importancia, de hecho terminé memorizando la fecha de mi nacimiento a causa de rellenar solicitudes. En todas partes hay que ponerla, ya sea para un curriculum laboral o para la matrícula en un gimnasio. Como lo preguntaban cada dos por tres y debía estar siempre consultando el carnet de identidad, finalmente la memoricé. Aunque hubiese sido mejor no hacerlo, era más llevadero el momento de vergüenza al que te sometían siempre con alguna mofa o cara de estupor al preguntarte por la fecha y no saber qué contestar, que el saber que ese día era tu cumpleaños y que lo único que significaba era que te quedaba un año menos de vida.

Compañía Nº12Donde viven las historias. Descúbrelo ahora