Capítulo 1: Vacaciones en el mar

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- No seas cobarde tonto, no hay porque tener miedo a esos peces tan pequeños.

- No sé qué te diga – respondí – No me dan mucha confianza.

- Venga ya, Alex – se cruzó de brazos Tom - ¿Sabes cuánta gente presumiría por darse un chapuzón en Miami Beach?

- Pero yo no soy "los demás" – repliqué – Además, ayer me vi un programa en la TV mientras tú roncabas sobre personas que habían sido atacadas brutalmente por animales. ¿Y si aparece un tiburón? No sería la primera vez que alguien avista uno por esta zona – Me eché a temblar solo de pensar en la idea.

- Por favor – suspiró mi amigo casi riendo - ¿Un tiburón aquí en la orilla? Si lo único que hay son peces pequeños que te tienen más miedo a ti que tú a ellos – explicó señalando a los peces que nadaban cerca de la orilla. El agua estaba totalmente cristalina y se podía ver a los animales moverse de un lado para el otro desde fuera.

Mi nombre es Alex. Tengo 10 años y estoy en Miami Beach con mi amigo Tom. Era un caluroso día de verano, ideal para refrescarse en las transparentes aguas de la costa este de Estados Unidos. Tanto mi amigo Tom como yo éramos huérfanos y vivíamos en un orfanato en Los Ángeles esperando a que alguien quisiera adoptarnos o simplemente a poder ser autosuficientes. Estábamos en la otra punta del país debido a que Tom y yo le habíamos pedido insistentemente al director del orfanato que nos organizara unas pequeñas vacaciones por una vez en tantos años. Acabó tan harto de nosotros que terminó dejándonos a cargo de una de sus trabajadoras en el otro extremo del continente norteamericano. Tom quería jugar en el agua, sin embargo a mí me daban un poco de miedo todos aquellos peces que podía ver moverse sin parar.

- Por favor, Alex – dijo Tom casi suplicando – Recuerda que solo es un día y que dentro de no mucho tiempo tenemos que volver – Yo miré hacia la toalla donde Mary, la mujer que estaba a cargo de nosotros, estaba tomando el sol.

- Está bien – me rendí – me bañaré contigo. ¡Pero solo un rato! – exclamé viendo la sonrisa de victoria dibujada en la cara de mi amigo.

Tom y yo nos disponíamos a entrar en el agua cuando una pelota hinchable de tamaño considerable cayó al suelo justo delante nuestra. El agua salpicada por la pelota nos alcanzó de lleno provocando un escalofrío importante. No habíamos puesto un pie en el agua y no estábamos acostumbrados a la temperatura.

- ¡Como pille al dueño de esto lo mato! – grité agarrando la pelota con fuerza por encima de mi cabeza. Odiaba que me mojaran antes de entrar al agua.

- Lo siento mucho – dijo una voz algo tímida. Pertenecía a una niña de más o menos mi edad. Tenía un pelo rojo carmesí que le caía hasta la altura del pecho. Del centro de su frente aparecían unas trenzas que le daban un aspecto diferente a su cabello perfectamente alisado. Tenía los ojos de color marrón con varios tonos rojizos y llevaba un bikini rojo que iba a juego con su pelo. Era muy guapa – No era mi intención molestaros. Siento que estés enfadado conmigo – dijo mirándome directamente a los ojos.

- Oh, no pasa nada – dije quitándole importancia, lo que provocó una carcajada en Tom por mi repentino cambio de humor - ¿Estás jugando a la pelota tú sola? A mí me encanta jugar a la pelota – sonreí.

- No, estoy jugando con mi hermana gemela – explicó sin perder su sonrisa angelical.

- ¿Habláis de mí? – interrumpió nuestra conversación una chica prácticamente igual a la anterior: tenía el mismo color de ojos y los mismos rasgos faciales. Lo único que cambiaba era el color de su pelo. La que acababa de llegar lo tenía negro como la oscuridad. Sin duda era su hermana gemela – Me llamo Iris, ¿y vosotros sois?

La redención de DahliaWhere stories live. Discover now