Capítulo 23.

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Oigo como él suspira, y le miro. Acomoda sus lentes y vuelve a tomar un sorbo de leche. Mis ojos viajan repentinamente a sus labios nuevamente, manchados con leche.

―Si le dices esa historia a tu madre,  por la mañana siguiente te veré colgado en el jardín, a ti y la profesora de Biología o Kelia, como quieras llamarle. ―se limpia el bigote de leche― Para ser neutro, diré que los dos tuvieron la culpa, tú en ceder y ella en hacerte constantemente daño, haciéndose la víctima. En conclusión, son una pareja tóxica. Fin de la historia.

Lo observo con detención y arrugo las cejas. Si no estuviera tan aturdido, diría que más que un consejo de amigo, Dylan dijo eso con molestia.

Se levanta de la cama y mira a través de la ventana.

―Creo que simplemente no le diré de esa manera― digo con la intención de sacar el sentimiento de molestia evidente por sus acciones. Le sigo con la mirada, ya que camina hacia su teléfono y lo observa.

Me detengo en ver sus facciones, no me dejan de sorprender lo marcadas que son, tan diferentes a los de Emily. Recuerdo a la chica de ojos felinos y me entra un sabor amargo en la boca. Nostalgia.

Dylan sube la mirada y me pilla mirándolo, intento fingir que no lo estaba mirando de manera rara y mantener su mirada con la mía. El chico sube el mentón, viéndose increíblemente guapo de ese ángulo. Casi me atraganto con mi propia saliva, pero logro controlar mis emociones, pareciendo neutral. La tensión en la habitación es tan fuerte, que se puede palpar. Nos quedamos unos segundos sosteniendo nuestras miradas, pero los ojos de Dylan me escuecen, por lo que, aparto la mirada, para mirar mi vaso de leche, ya fría e intacta.

―Así que... ¿Te considerarías enamorado de ella? ―me pregunta sin más.

Me sorprende lo rápido que contesto.

―Creo que sí.

Dylan asiente, como si estuviera analizando toda la situación.

―Bueno, la solución es fácil, tienes que olvidarte de ella.―dice con desinterés y una pizca de desdén. Hace una pausa― Después del golpe por la espalda que te dio, será fácil.

No me sorprende la rudeza del comentario, por el contrario, me lo esperaba. Dylan debe de pensar que soy un completo imbécil por seguir arrastrándose y llorando por una chica que me trató como mierda, después de lo que hizo, de todo lo que rompió. Él en el fondo tiene toda la razón.

―Yo puedo ayudarte en eso―dice Dylan.

Instantáneamente arrugo mis cejas, extrañado.

―¿A qué te refieres?

Casi grito al ver que Dylan de una manera peligrosamente cerca ante mí, ni parpadeé y está encima. Sus brazos están por mis costados, apoyados en el borde de la cama, mientras que yo estoy en medio sentado. Me tenso al notar su cuello estirandose hacia mi rostro. Veo sus ojos a través del cristal de sus lentes, llameantes, vibrantes e indomables. Trago en seco e intento alejarme en vano de él, pero de alguna manera logra llegar a mi nariz, rozando contra la suya ¿Qué demonios le pico a este? Arrugó las cejas y me atrevo a preguntar.

―¿Q-qué ha-haces?

Wow, eso sonó horrible a comparación de como lo oí en la cabeza.

 ―Te estoy ayudando a olvidar... ―comenta, mientras que con suavidad me toma del cuello y lo ladea unos centímetros. Mi piel queda descubierta y a disposición de Dylan. El chico no pierde el tiempo y deposita un húmedo beso en mi cuello. Mi cuerpo se estremece. Sus labios queman bajo mi piel. Dylan gana más terreno y acaria con la punta de su nariz el resto de mi mandíbula.

Menor Que Tú.Where stories live. Discover now