1

26 1 0
                                    


El día lluvioso no era en realidad mal tiempo, mas bien el mejor clima para lo que estaba por suceder.

Elem, un hombre de cerca de unos cuarenta años aparentemente, caminaba bajo la lluvia sin importarle si sus ropajes quedaban empapados. Sus botas salpicaban a cada paso que daban, pero estas curiosamente no se ensuciaban ni la más mínima parte del diseño elegante, a pesar de su color blanco, de ese blanco que solo puede representar pureza. El resto de su cuerpo estaba cubierto bajo una pesada túnica gris que le cubría de los hombros a los tobillos, su cabeza al descubierto mostraba una cabellera marrón oscuro que escurría en su rostro a causa de la lluvia. La tormenta lo hacía parecer un sujeto más misterioso de lo pudiera ser un simple hombre caminando envuelto en una capa gris.

Desde la puerta de vidrio del hospital se podía ver la recepción y a la enfermera encargada de la misma con cierto aspecto de preocupación. Pero a Elem no le importó levantar sospechas y continuó avanzando directamente al lugar.

- Vengo a ver a mi hijo. Acaba de nacer. - Comentó Elem a la recepcionista sin mostrar alegría ni ansía alguna, solo calma y un brillo especial en sus ojos.

La enfermera dudosa, y un tanto inconsciente, lo condujo al lugar donde se ubicaban los cuneros de los recién nacidos. Subieron por el elevador sin dirigirse una sola palabra ni cruzar una sola mirada. Al llegar al cuarto piso, la enfermera habló con la encargada y se introdujo rápidamente en el elevador sin dejar de mirar a Elem y su apariencia misteriosa.

La encargada del área tocó a través del cristal donde se exhibían a los bebés para llamar la atención de Elem. Él volteó y con una sola mirada la enfermera cayó inconsciente al suelo; se dirigió a la puerta de ingreso de Acceso Restringido y caminó a través de las cunas de los recién nacidos. Ninguno se percató de su presencia.

La mirada de Elem se endureció al notar que a quien buscaba no se encontraba en el lugar. Salió a prisa sin preocuparle si encontraban evidencias de su presencia y de lo que había hecho. Solo le importaba encontrarlo antes que alguien más lo hiciera. Fue entonces que se percató que nadie iba en su búsqueda y que ni siquiera había algún movimiento a su alrededor. Lo común en un hospital como aquel, a pesar del clima que hubiese afuera, era siempre un ambiente de ajetreo y movimiento constante de pacientes y doctores, pero nada de eso había en aquel lugar. Algo había pasado, y no iba acorde al plan.

Comenzó a buscar dentro de cada cuarto con el que se encontraba buscando señales de alguna madre a punto de dar a luz, pero lo único que hallaba en cada habitación era un paciente y, en ocasiones, algún doctor parado cerca de los aparatos o de alguna ventana, pero sin señales de movimiento alguno. El tiempo se había congelado de algún modo y nada en el lugar se había salvado, excepto él.

Cuando sus esperanzas comenzaban a desaparecer, logró escuchar el llanto de un bebé proveniente de un cuarto cercano al que se encontraba, a unas tres puertas aproximadamente si su oído no le engañaba. Salió corriendo en su búsqueda, pero al entrar a la habitación solo vio una figura oscura y difusa sujetando al bebé en brazos mientras lo observaba a él.

La figura aún se movía y mecía al bebé en sus brazos. Ni su cuerpo ni su rostro se alcanzaban a distinguir a través de la capucha negra que le cubría totalmente, pero si dejaba asomar unos ojos verdes esmeralda que lo miraban sin gracia alguna, como esperando algo. Elem, con el alma en el piso, se armó de valor e intentó dar un paso hacía el sujeto con la mayor calma que pudo, pero este al verlo moverse, giró y saltó por la ventana abierta con el bebé en brazos.

Elem corrió a asomarse, pero al llegar no había señales de movimiento afuera, entonces un sonido llamó su atención. Un suspiró prolongado y después un grito desesperado. La madre se movía de nuevo, y enseguida el resto del lugar regresaba a su actividad normal.

Santuario LunarWhere stories live. Discover now