Capítulo 5.

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Era el rey de los idiotas. ¿En qué diablos estaba pensando? Seguir a Megan hasta su departamento debió parecer tétrico para ella después de haber hecho todo el esfuerzo para ignorarla durante la conversación. Tenía la seguridad que era lo mejor para ambos simplemente pasar una mala noche.

Tampoco era como si tuviera mucho que contarle, aunque estar con ella me hizo sentir tranquilo y con unas inmensas ganas de conocerla. Pero es que por mi parte se resumía en ganarme la vida boxeando y sobrevivir cada día... ¡Oh! Y se me olvidaba lo más interesante, que mi padre asesinó a mi madre a golpes.

Por un momento quise mentirle, aparentar una vida bastante normal para demostrarle que era un vago. Realmente quería estar a su altura. Sin embargo, sabía que ella, tan amable y atenta, se merecía algo mejor.

Alguien mejor que yo.

A pesar de que sabía todo esto, me sentí culpable cuando la vi marcharse. No era justo haberla hecho sentir incómoda ante mi indiferencia. Le pedí prestado el auto a Derek mientras estaba ocupado con Cecy.

Pensé que podía enmendar el error llevando a Megan a casa, pero me sentí aún peor cuando se negó. Aunque entendía que no quisiera. Después de todo era un desconocido para ella.

Cuando la vi subirse al taxi, consideré regresar al gimnasio. Podía tomar la oportunidad para deslindarme de la frustración haber actuado como un idiota.

Sin embargo, en lugar de eso, tomé la decisión de seguirla. ¿Por qué me preocupaba que llegara bien a casa? No tenía una respuesta lógica, por lo que maldije entre dientes durante todo el camino convenciéndome que no había nada de raro en eso.

Cuando regresé al gimnasio, Derek ya no estaba. Fue fácil deducir que se había marchado con Cecy a algún lugar por aquí. Volví a la mesa y me quedé ahí por un largo rato, tratando de no pensar en Megan. Era absurdo que no pudiera enfocarme en otra cosa que no fuera su rostro angelical, sus labios, su voz, sus ojos, su manera inocente de mirarme... ¡Demonios! Había algo en ella que me hacía meditar las cosas con seriedad.

Así me la pasé el resto de la noche, hasta que se acercó una chica a la mesa. Empezó a coquetear sin descaro alguno. No me llevo mucho esfuerzo tener su atención, lo que me facilitó las cosas.

—¿Quieres acompañarme? —preguntó, su dedo acariciándome el pecho.

—Vamos. —La tomé de la mano y apresuré el paso detrás de los vestidores antes de arrepentirme.

Era la oportunidad perfecta para alejar de mi mente a Megan. Tenía que ser algo pasajero. La diversión no duró demasiado, pero fue suficiente para distraerme de algún modo.

Después de tirar el condón en la basura y despedirme de la chica, volví al bar. Derek ya estaba de nuevo en la mesa con Cecy. Dejó de sonreírle cuando me miró.

—¿En dónde diablos estabas? Espero que no le hayas hecho daño a mi auto.

Reí, me sentía un poco más relajado.

—Eso quisiera —le di las llaves y me despedí de ambos—. Nos vemos.

***

Desperté a las cuatro de la mañana, bañado en sudor y con dificultad para respirar. Había tenido una pesadilla, era frecuente revivir los recuerdos del pasado. Se trataba del mismo escenario cada vez, en donde mi madre era golpeada y humillada mientras yo intentaba mantenerla a salvo.

Me levanté de la cama, sabiendo que no lograría dormir. Me puse la camiseta, unos pantalones y una sudadera negra. Una vez que anudé las agujetas de los tenis deportivos, abrí la puerta y salí del departamento.

Heridas Ocultas ✅ | editando |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora