Prólogo

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Dominic finalmente regresó a su ciudad natal después de varios meses de ausencia. Había estado involucrado en peleas y conflictos, así como en persecuciones alrededor del vecindario. Las personas que lo conocían de cerca, lo cual eran muy pocos, sabían que era un chico distante y reservado. Su apariencia tampoco ayudaba de mucho; su cuerpo estaba repleto de tatuajes que era difícil descifrar tanto su imagen como su significado.

Su actitud había empeorado después de la muerte de su madre. Sus días se convirtieron en un completo y total desastre. El lugar en donde vivía era poco acogedor y vacío, pero se conformó con eso. Sentía que lo merecía después de todo. Además, el dinero que ganaba no cubrían los gastos como esperaba. Fue por eso que se exigió a sí mismo salir adelante aunque fuera de manera miserable.

El gimnasio clandestino que descubrió hace algunos años fue su refugio para expresar el remordimiento que se encontraba en su interior. Apostaba lo poco que tenía a lo que ahora era su pasatiempo favorito: peleas de boxeo.

La motivación de su ira en el ring era el rostro de su padre. Cada oponente que enfrentaba se transformaba en él y, cuando se dio cuenta de su habilidad con los puños, continuó asistiendo los fines de semana, incluso usaba los días inhábiles para entrenar.

Estaba convencido que eso sería suficiente, que podría pasar el resto de su vida allí si era necesario. Sin embargo, nunca se esperó que realmente su regreso le daría el mayor de los retos: superarse a sí mismo, enfrentar su pasado y dejarlo atrás..., pero no lo haría solo.

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Heridas Ocultas ✅ | editando |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora