¿Cuál era su nombre?

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No había nada que disfrutara más que salir del trabajo e irme a meter a uno de mis bares favoritos para tomarme unas cuantas cervezas. "Scala" se había convertido en mi rincón secreto, el lugar donde siempre encontraba personas amables y conocía historias que me hacían olvidar el estrés del trabajo. Sin embargo, lo que disfrutaba más era escuchar las bandas en vivo, envolverme en el ambiente eufórico de la gente olvidándome por completo quien era realmente, al fin y al cabo nadie me conocía ni sabía a lo que me dedicaba.

Esa noche en especial, tocaba una banda que venía dando sus primeros pasos en el medio artístico de la ciudad, su nombre era "Los Revels", e ingresaron al pequeño escenario justo en el momento en que iba por mi segunda cerveza.

Siempre me he sentido atraída por los músicos, en especial por los que tocan la batería, por eso cuando vi entrar a la banda, quedé completamente prendida de ellos, sobretodo en aquel hombre que se sentó detrás del instrumento que tanto me encendía. Medía aproximadamente un metro noventa, su cabello era color dorado, como el oro y lo llevaba amarrado en una pequeña cola. Sus ojos eran oscuros, pero su mirada era increíblemente penetrante y misteriosa; su nariz era respingona y sus labios... ¡Oh Dios, que labios! eran tan carnosos que daban ganas de morderlos. Su cuerpo era delgado, pero sus músculos se mostraban bien marcados debajo de su camiseta negra y sus marcos denotaban el esfuerzo que hacía cuando tocaba, mostrándose definidos, dignos de un buen agarre.

Lo vi detalladamente y prácticamente lo desnude con la mirada, imaginando lo que sería tener un encuentro con ese hombre bajo mis sábanas, y fue en ese instante que su mirada atrapó la mía dejándome completamente inmóvil. Él sonrió. Creo pudo leer mis pensamientos por el gesto que me lanzo antes de seguir con la preparación para iniciar el show.

No voy a negar que lo que menos hice fue escuchar las canciones. Estaba concentrada en los movimientos de aquel baterista que tocaba con pasión y desenfreno, dejándose llevar por el ritmo e  ignorando aquellos mechones de cabello que se le iban soltado de la cola que yo ansiaba tocar y acomodárselos aunque sea detrás de la oreja. Realmente lo que quería era sentirlo bajo mi piel, disfrutar su aroma y dejarme llevar por el calor emitía mientras ejecutaba el instrumento. Pero me quedé ahí, sentada, refrescándome con lo único que tenía a la mano, mi cerveza.

Al llegar el momento de descanso, comenzó a sonar música ambiente en el bar, haciendo que todo lo que me rodeaba volviera aparecer, sacándome de ese trance de pasión en el que me había dejado llevar por casi una hora. Cuando ví que los músicos comenzaron a platicar entre ellos durante el receso, me di la vuelta y aproveché para pedir mi siguiente cerveza; la verdad es que no recordaba cuantas había tomado, pero me sentía perfectamente bien, sólo había perdido la noción del tiempo y el control de las bebidas.

–Yo invito la siguiente– escuché que decía una voz masculina en mi espalda y sentí que toda mi piel se estremeció. Voltee para ver de quien se trataba y ahí estaba el hombre que me había embrujado  durante el concierto. Me quedé congelada observándolo directamente a los ojos, a lo que él respondió con una de sus sonrisas lascivas.

–Gracias– fue lo único que pude decir ante la presencia de ese adonis.


–De nada– respondió sin dejar de verme.


–Estuvieron increíble, eres muy bueno tocando– contesté acalorada mientras trataba de disimular la excitación que la mirada de ese hombre estaba provocando en mi.


–Soy mejor tocando otras cosas– dijo guiñándome el ojo
.

–No lo dudo, pero sería cuestión de comprobarlo– contesté coqueta. "¿Qué carajo estás diciendo Laura? Apenas lo conoces".


–Te lo puedo demostrar cuando quieras. Tenemos 30 minutos de receso y no necesito más tiempo para que compruebes que tan bueno soy con las manos.

Historias de una Cama MojadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora