Bailando sobre su cuerpo

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Era la tercera vez que me mudaba de departamento, pero en esta ocasión, había decidido mudarme a uno que estuviera más cerca de la oficina en la que trabajaba, ya que así podría evitarme gastos en transporte.

El lugar al que me había mudado era tranquilo y relajado. Un edificio con un diseño bastante especial. Contaba con sólo dos niveles y en cada piso habían cuatro departamentos bastante espacios y cómodos.

Pasaba todo el día en la oficina, por lo tanto, no había tenido oportunidad de conocer a mis vecinos, sin embargo, cada vez que pasaba por la ventana del departamento que quedaba a la par del mío, me embriagaba una fragancia masculina que no lograba distinguir, pero olía muy, muy, muy bien. De hecho, estaba segura que si en algún momento me cruzaba con la persona que vivía ahí, lo identificaría al instante porque ya estaba familiarizada con su perfume.

Había pasado una semana bastante ajetreada en el trabajo y sólo deseaba llegar a mi nuevo hogar, darme un baño y dejarme llevar por el placer solitario, ya que masturbarme era la forma en que lograba relajarme y alejar de mi cuerpo todo el stress que llevaba acumulado.

Era viernes y había había salido temprano de la oficina, así que  las seis y media de la tarde ya estaba entrando por la puerta principal del edificio. Subí las escaleras de forma pausada mientras revisaba mi celular, y cuando me acercaba a mi nuevo hogar, comencé a escuchar los jadeos de una mujer.

Me detuve inmediatamente sin hacer ruido y el sonido se hacia cada vez más alto. La mujer daba continuos gemidos de placer, y escuchaba el roce de la piel. Al parecer, a la tipa la estaban cogiendo en la clásica posición del “perrito” ya que se escuchaba el momento en que las nalgas topaban con la pelvis de la pareja, incluso, puse escuchar los azotes que la mujer recibía en el trasero, haciendo que sus gritos fueran un poco más elevados.

Continuaba parada dejándome llevar por ese momento sexual de mis vecinos desconocidos, y no sé en que momento me acerqué a la ventana para oír más detalladamente.

–¿Te gusta perra?– decía el hombre en voz baja mientras la seguía penetrando

–Sí… sí papi… cógeme más duro… ¡más!– respondía la mujer entre jadeos.

El hombre hizo caso y el choque de cuerpos comenzó a escucharse más fuerte.

–¡Ah!– grito la tipa, seguido de un ronroneo de placer

–¿Así te gusta mami? Te gusta que te coja duro ¿no?

Ella no contesto, sólo se escuchaban sus gémidos llenos de placer y los gruñidos que él dejaba emitir de vez en cuando.

Comencé a sentirme húmeda. Reconozco que el momento que estaba viviendo era excitante. Ellos estaban cogiendo sin saber que yo estaba afuera, disfrutando de ese espectáculo auditivo.

Sentí envidia al escucharlos. Por alguna razón, quería ser yo la que estuviera siendo penetrada por ese hombre que, incluso en ese momento, llevaba aquella loción que me tenía cautivada.

Junte las piernas para controlar el cosquilleo que estaba surgiendo entre mis piernas y me pegue más a la pared, como si eso pudiera hacer que mis ganas se calmaran, cuando de repente escuché un grito orgásmico.

-Oooh Síiiii!... ¡que rico!– dijo ella acompañada de jadeos descontrolados y él respondió con un gruñido de poder, de placer.

Habían llegado juntos al orgasmo.

Sus respiraciones agitadas era lo único que había quedado después de ese encuentro desenfrenado, y en ese inoportuno momento, comenzó a sonar mi celular a todo volumen.

Historias de una Cama MojadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora