Una Lección Inolvidable

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Mi querido jefe tenía cierta obsesión con mi carrera profesional, cosa que no le crítico, pero sí me molesta que se atribuya decisiones en mi vida sin antes consultarlo.

–Te he matriculado en un diplomado que están impartiendo en UNITEC. Tienes que ir todos los días de seis a nueve de la noche. Durará tres semanas. Corre por cuenta de la empresa, así que no te preocupes por el pago.

Así de simple. A la mierda mis noches de gimnasio o ir al bar con mis amigas, adiós a las noches de cine o las veces en que disfrutaba estar en mi casa temprano para ver una buena película.

Vale, hay que agradecer el detalle, su preocupación por mi crecimiento, su apoyo y bla, bla, bla, pero aunque sea me hubiera avisado ¿no? Pero en fin, sólo me quedó mostrarle una sonrisa forzada, responderle con un escueto "gracias" y salir de su oficina con un falso entusiasmo.

Así que ahí estaba con mi falda gris a las rodillas, mi camisa blanca de botones, zapatos de taco aguja y mi cabello ondulado suelto caminando por el pasillo de la universidad con mi cartera colgando del hombro, un cuaderno bajo el brazo viendo como los jovencitos estudiantes me miraban con cara de pubertos calenturientos que se hacían la paja cada dos horas. Quizá a los ojos de ellos era la clásica catedrática de película porno, y para joderlos movía mis caderas de forma seductora a cada paso que daba, haciendo que disimularan menos.

Eso se estaba poniendo muy divertido.

Entré a la cafetería para hacer un poco de tiempo y después de ver el menú que ofrecía platos suculentamente grasosos y deliciosos como deditos de pollo con papas fritas y pizza, opté por pedir un café expreso y una galleta de pecanas.

Me senté cerca de los ventanales mientras veía la universidad en su total esplendor y observaba detalladamente como los muchachitos hablaban con sus amigos u otros discutían sus tareas, al igual que las chicas que apenas comenzaban a caminar con zapatos altos e intentaban mostrarse sensuales, capturando la atención de sus compañeros. Sonreí al ver esas actitudes porque en algún momento de mi vida yo también pasé por eso. Se sentía súper bien sentir que los chicos de la misma edad te miraban y deseaban, y no digamos las encerronas que tuve en el baño con alguno de ellos en una que otra ocasión.

Oh sí, que hermosos recuerdos de universidad.

Ahora no se siente para nada igual, más bien es como si esos chiquillos te vieran como ídolo para llevar a la cama por el solo hecho de ser una mujer que trabaja y tiene unos cuantos años más que ellos.

Créanme, es muy diferente.

Cambié la dirección de mi mirada para observar otros especímenes y de pronto me encuentro con algo a lo que llamo "un hombre de verdad".

Oh-Dios-mío.

Un tipo de andar seguro, con un porte elegante, de aproximadamente unos 38 o 40 años, alto, de mandíbula cuadrada, cabello corto y un misterio increíblemente seductor. Quería verlo de frente y observar a detalle su rostro, pero iba caminando por el estacionamiento y no pude hacerlo, pero irradiaba ese misterio que me encantaba en los hombres.

Llevaba un pantalón gris que se amoldaba perfectamente a sus piernas y trasero, una camisa manga larga color salmón y un saco informal encima. En su mano tenía un pequeño portafolio y la otra estaba metida en el bolsillo de su pantalón. Definitivamente era un tipo varonil, de esos que de seguro, te hace ver estrellas teniéndolo entre tus piernas en la cama.

Adiós estudiantes pubertos ¡este tipo sí va conmigo!

Cuando lo perdí de vista revisé mi celular y tomé camino a mi salón de clases. Quería llegar temprano por todo el asunto de conseguir buen puesto ya que siempre fui de las que le gustaba sentarse adelante en clase para estar pendiente de todo.

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⏰ Última actualización: Sep 07, 2015 ⏰

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