Capítulo 3

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Ya estando frente a la puerta como acto reflejo tomo el pomo de la puerta para abrirla de golpe adentrándose en el lugar. Hizo una pequeña pausa para apreciar su objetivo; quien estaba de pie revisando unos papeles en frente de una mesa. Su sonrisa se ensancho y corrió con todas sus fuerzas hasta que choco con él para después rodearlo con sus pequeños brazos haciendo un poco de presión, levanto su mirada para verle mejor, con una gran sonrisa, su corazón latiendo como loco y las emociones a flor de piel le llamo.

– ¡Papá! – levantando la voz pero aun sin gritar salió esa palabra cargada de alegría.

Al tenerlo junto a ella poco a poco su corazón se fue calmando, de igual forma dejo de aplicar energía en sus ojos y estos volvieron a la normalidad apreciando ahora con más detalle las facciones de a quien momentos antes reconoció como su querido padre, las cuales parecían que la estaban viendo pero no era así y reflejaban sorpresa y desconsiento.

– ¡Papá! ¿Se encuentra bien? Respóndame por favor – preocupada lo empezó a mover un poco.

Orochimaru que hasta entonces se encontraba en una especie de shock al sentir el zangoloteo parpadea volviendo es sí.

– ¿Co-como me llamaste? – sin poder controlarlo tartamudeo al principio por la impresión.

– ¿P-papá que te ocurre? ¿Hice algo para que estuvieras m-molesto conm-migo? – pregunto temerosa con un nudo formándose en su garganta.

Abrió levemente lo ojos al comprender la bizarra situación en la que se encontraba.

Al parecer padece de amnesia temporal... y solo recuerda lo que paso antes de caer desmayada... bien eso puede ser normal, pero, ¿porque carajos cree que soy su padre? ¡Eso es completamente estúpido! pensó tratando de encontrarle una explicación a todo ese ridículo asunto. ¡Un momento! Todo eso solo me deja las cosas más sencillas. llegando a esa resolución encaro a la pequeña mostrándole una diminuta mueca que asimilaba una sonrisa.

– Eh tenido mucho trabajo y me encuentro cansado, eso es todo. – le dijo con calma posicionando su mano sobre su cabeza acariciándola levente.

Emitido un suspiro de alivio sonrió nuevamente disfrutando la pequeña muestra de afecto.

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3 horas antes en el clan Hyuga todos empezaban a despertar.

La matriarca de dicho clan abrió levemente los ojos serrándolos al instante por el ardor que le provocaban los rayos del sol. Ya acostumbrada los volvió a abrir tomadose la cabeza con las manos pues se sentía mareada.

¿Qué es lo que ocurrió?se preguntó viendo a su alrededor, abriendo los ojos como platos volvió a ver su alrededor con gran preocupación comprobando lo que temía.

–¡¡¡HINATA!!! –grito con desespero teniendo la esperanza que respondiera.

Al no tener contestación de un rápido movimiento se puso de pie y activo su línea sensorial sin utilizar sellos.

Reviso cada parte del complejo y las afueras de este también sin éxito alguno, se dio cuenta con asombro que todo el clan se reincorporaban del suelo al igual que ella hace unos momentos.

–No puede ser... nos atacaron. –susurro con angustia. Rápidamente paso la mirada en la dirección donde se encontraba el despacho de su esposo detectando un ligero rastro de chakra, estaba segura que era el de su hija pero se combinaba con otro apenas perceptible. Su preocupación aumento el doble, de pronto sintió que el aire le faltaba, sus hermosos ojos perlados empezaron a picar acumulando lágrimas de dolor. Cuando se dio cuenta que una lagrima traicionera dejaba una línea salada al bajar por su rostro desesperada comenzó a correr dirigiéndose donde se encontraba su esposo quien apenas despertaba.

Hiashi desorientado se acomodó en su silla para analizar lo que había sucedido pues de un momento a otro había caído inconsciente pero se vio sorpresivamente interrumpido por su amada esposa quien entró de manera precipitada a su despacho con la respiración agitada, el cabello azulino todo revuelto, sus ojos luna rojos por las lágrimas derramadas y el Byakugan activado.

Cuando le iba a cuestionar el motivo de su estado le volvió a interrumpir dejándolo sin aliento.

– Hiashi han secuestrado a Hinata, ¡se han llevado a nuestra hija! – le dijo con la voz desgarrada al decir aquello que la llena de dolor.

Se levantó de golpe recargándose en el escritorio denotando una expresión de perplejidad, con el nudo en la garganta apenas formándose logro pronunciar: – No... eso no puede ser cierto... dime que no es verdad Hana... tiene que haber un error, ¡eso no es posible! – se tomó la cabeza con fuerza intentando calmarse, la impotencia y rabia se apoderaban de él y no podía darse el lujo de perder el juicio en un momento como ese. Respirando hondo endureció sus facciones pretendiendo serenidad cuando en su interior se estaba volviendo loco.

–Enviare un grupo de búsqueda, tengo que comunicarle al Hokage que estuvimos bajo ataque y que se llevaron a nuestra hija, le pediré que mande escuadrones para apoyarnos. – le decía mientras se acercaba a ella. – La voy a encontrar Hana y la traeré de regreso, te lo prometo. – le dijo viéndola a los ojos, tomándola de los hombros para luego abrazarla.

Paso sus delgados brazos alrededor de él, con sus frágiles manos tomó con fuerza la tela de parte superior de la yukata que portaba y lo atrajo contra si permitiéndose desahogarse con su esposo, las lágrimas de dolor fueron en aumento, provocando que Hiashi apretara la mandíbula. El acabaría con el acusante que provocó todo eso.

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– Creí que estabas dormida. – dejo de acariciarla poniendo las manos en las bolsas de la bata que llevaba puesta.

–Acabo de despertar, me dio miedo estar sola y vine a buscarte. – confesó abochornada tiñendo sus mejillas de rojo y apartando la mirada posicionándola en el suelo.

Su sonrisa se agrandó levemente poniendo una expresión entre divertida y sarcástica. – yo sería el verdadero terror aquí. Jajaja– pensó.

–No tienes por qué tener miedo, aquí no hay nadie, además de nosotros claro– dijo sin mucha importancia.

– ¿Por qué estamos bajo tierra papá? –inclinando la cabeza levemente cuestionó.

–No quiero que nadie me encuentre. – levantó los hombros y siguió revisando los pergaminos dejando de prestarle atención.

Hinata al darse cuenta de eso hizo un tierno puchero, se acercó más a él y le jalo de su bata blanca.

–Neee papá, ¿qué es lo que pasó para que nos escondiéramos?

Volteo a verla arrodillándose en frente de ella, la tomó de la cabeza para juntar sus frentes para verla directo a los ojos. Unos ojos ámbar inyectados de seriedad y otros perlados llenos de duda se encontraron. –He hecho muchas cosas horribles a lo largo de mi vida, pequeño cascabel. – La sorpresa brilló en los ojos abiertos de Hinata.

La princesa de las serpientesWhere stories live. Discover now