Capítulo 27

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La planta baja del pabellón estaba llena.

Procedentes de las distintas Coronas que conformaban Sighrith, todos los miembros de Mandrágora habían ido acudiendo a la llamada de sus maestros a lo largo de toda la jornada. Los más cercanos habían llegado la noche anterior y durante toda la madrugada. Los más lejanos habían tardado algo más, pero finalmente habían llegado a tiempo.

El pabellón estaba formado por dos plantas conectadas por unas escaleras de caracol situadas en el extremo oriental. La planta baja estaba dedicada a los agentes y miembros de menor rango. Durante las asambleas, estos aguardaban acomodados a lo largo y ancho de la amplia sala, a la espera de recibir nuevas órdenes. La sala en sí no disponía de demasiado mobiliario, apenas unos cuantos sillones y sillas, pero gracias al círculo de entrenamiento que había sido trazado en el centro lograba mantener distraídos a sus ocupantes. Normalmente, durante las asambleas, se celebraba una media de doce combates en los que los agentes intentaban demostrar sus mejores habilidades a los maestros y lograr así mejorar su posición. Para ello no había orden alguno. Uno de los combatientes se adentraba en el círculo y, a voz en grito, retaba al resto. A partir de ese punto los combates se iban celebrando uno tras otro, bajo la atenta y silenciosa mirada de todos los presentes, los cuales, siempre con un ojo puesto en el piso superior, observaban las habilidades de sus compañeros.

Años atrás, Armin había participado en los combates. A pesar de ser el hijo de uno de los maestros, el joven había tenido que ganarse el apoyo de su padre demostrando una y otra vez sus habilidades frente al resto de miembros de la División. Además, el círculo de combate tenía también otras connotaciones importantes para los jóvenes. Teniendo en cuenta que los miembros de Mandrágora únicamente podían relacionarse entre ellos, el círculo se convertía en un lugar perfecto en el que conocerse. La mezcla de adrenalina y violencia era algo que solía ayudar bastante en el inicio de una relación amorosa. De hecho, sus padres se habían conocido de aquel modo, y aunque Cat y Veryn jamás lo habían explicado, el joven estaba casi convencido de que en su caso también había sido así. Incluso él había acabado cayendo en las garras de algunas de las combatientes años atrás. ¿Y qué decir de Orwayn? Él era un auténtico genio en la materia...

El piso superior era totalmente distinto. Mientras que en el inferior las paredes de piedra habían sido pintadas de amarillo y decoradas con grandes serpientes en honor a Taz-Gerr, su dios, allí no había decoración alguna. Las paredes estaban desnudas, al igual que los suelos y el techo. En su corazón únicamente había una abertura circular desde la cual poder ver los combates del piso inferior y un conjunto de butacas designadas para los maestros. En otros tiempos tras los asientos había habido bancos y sillas para que los agentes de los maestros se acomodasen y pudiesen asistir a la asamblea cómodamente. Ahora, sin embargo, ya no había absolutamente nada. Si los agentes eran convocados, su deber era el de esperar tras las butacas en pie, a la vista del resto de maestros.

Aquella noche, nuevos rostros ocuparon dos de las cinco butacas rojas que conformaban el círculo en sustitución de los maestros caídos en batalla en las últimas semanas. Armin había oído algo al respecto; al parecer, tanto Tobías Müller como Naira Vallow habían caído en una operación en la órbita del planeta Adhara, en el sistema Scatha. El joven no había llegado a conocerlos demasiado, pues el cambio de maestros era bastante común debido a las continuas bajas que azotaban Mandrágora, pero lo poco que sabía sobre ellos le había gustado. Su pérdida había sido una auténtica desgracia, aunque, teniendo en cuenta los magníficos resultados conseguidos, había valido la pena.

El más antiguo de los maestros vigentes era su padre, el cual llevaba ostentando el cargo desde hacía más de treinta años. A continuación, estaban los hermanos Blake, Kai y Airis, una pareja de letales asesinos que, tras mucha formación, habían logrado alcanzar el título hacía ya dos años. Finalmente estaban los caídos, los cuales no habían logrado superar los doce meses. Anteriormente otros tantos habían sido nombrados maestros, pero ninguno de ellos había superado los diez años. Su padre era el más longevo y experimentado con diferencia, lo que le convertía en el auténtico líder de la División Azul.

Dama de Invierno - 1era parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora