Capítulo 17

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Estaba a punto de cumplirse el tercer día de viaje cuando por fin el paisaje cambió. Después de casi setenta y dos horas rodeados únicamente de árboles y maleza, Ana había empezado a aburrirse de las vistas. Le gustaban los bosques y la naturaleza, desde luego, y más aquella en concreto que, a diferencia de la de Corona de Sighrith, parecía salvaje e infinita. No obstante, después de tanto tiempo sin nada mejor que hacer que mirar por las ventanillas traseras del raxor, había acabado por aburrirse hasta tal punto que se había quedado dormida en los asientos. Y así llevaba casi tres horas, durmiendo y despertándose intermitentemente, cuando, por fin, Veressa la despertó con buenas noticias.

—Ana, mira allí, al fondo. ¿Las ves? Son las Lagunas Sanguinas. ¿Las conocías?

Obediente, la princesa se incorporó para comprobar a través de la ventana lo que su compañera de viaje comentaba. Las Lagunas Sanguinas, únicas en todo el planeta, eran una agrupación de ocho pequeñas lagunas cuyas aguas termales, totalmente rosas gracias a su peculiar ecosistema, poseían facultades curativas. Según contaba la leyenda propia de la zona, cientos de años atrás, la valiente Sighrith, fundadora del planeta, había logrado burlar a la muerte en una ocasión sumergiéndose en sus aguas tras ser herida gravemente en un pulmón.

—Creo que no son muy conocidas en tu Corona—explicó la mujer, la cual no había dejado en ningún momento el asiento de copiloto desde que iniciasen el viaje dos días atrás—, pero aquí son bastante populares. En otros tiempos, sobre todo en las temporadas de verano y primavera, venían muchísimos viajeros en busca de una curación milagrosa.

—¿Y la encontraban? —La joven fijó la mirada en las lejanas lagunas. Estaban demasiado lejos como para poder verlas con claridad, pero incluso en la oscuridad casi total podía percibir el brillo rosado de su superficie—. Quiero decir... ¿Funciona?

—No —sentenció Armin—. Es una simple leyenda, nada más.

—Bueno, dicen que toda leyenda tiene parte de verdad. —Veressa se encogió de hombros—. Sea como sea, a mí me gusta esta historia. ¿Sabes? Dicen que el color rosado de las aguas es debido a la sangre de Sighrith...

—Pero en realidad es por la vegetación —interrumpió Armin de nuevo—. Es todo marketing, Vessa. Lo sabes. Gracias a esta tontería lograron abrir un complejo turístico bastante potente en la zona. Venden falsas ilusiones.

Ana permaneció pegada a la ventanilla hasta que al fin los árboles volvieron a ocultar las lagunas. Lo cierto era que no había oído nunca aquella historia, pero le gustaba. Todo lo que rodease a la famosa Sighrith y la época en la que las mujeres dominaban el sector le interesaba. Obviamente, el Reino había intentado borrar de la memoria colectiva todos aquellos años, sus éxitos y sus victorias, pero incluso así aún quedaban muchas historias como aquella que evidenciaban que, tiempo atrás, Sighrith había sido distinta. Mágica incluso.

Negó suavemente con la cabeza. Al maestro le hubiese encantado visitar aquel lugar.

—¿Pero ha habido alguna curación?

—Alguna —respondió Vessa—. Nada documentado, desde luego, pero hay historias al respecto. De pequeños, nuestra madre nos traía a veces a recoger agua. Según decía, le iba bien para las jaquecas.

—Tonterías —murmuró Armin por lo bajo—. Esas lagunas son un engaño. Lo único que le quitaban las jaquecas eran los calmantes que padre le ponía en el agua, nada más. —Dejó escapar un suspiro—. Lo único bueno de este lugar es que hay una posada pequeña y discreta en la que podremos pasar la noche tranquilamente, nada más. Lo demás es basura.



El estridente sonido de la nave al aterrizar en los alrededores de la granja alertó a Veryn de su inminente llegada. El hombre dejó las cartas boca abajo sobre la mesa, interrumpiendo así la partida que Robert y él jugaban desde hacía media hora, y se encaminó a la puerta de salida. A casi trescientos metros de allí, extendiendo ya la rampa de descenso, se encontraba la "Misericorde", la imponente y rápida nave que gobernaba Schnider desde hacía una década. Veryn descendió las escaleras de entrada, recorrió varios metros y se detuvo.

Dama de Invierno - 1era parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora