Capítulo 2

12.7K 417 69
                                    

El castillo de Corona de Sighrith era un lugar grande y ostentoso cuya decoración giraba en torno a las hazañas de las mujeres que daban nombre a los siete planetas del sector: Epona, Adhara, Vega, Ealisaid, Dara, Eleonora y Sighrith. En otros tiempos, el sector había sido dirigido y gobernado por un matriarcado cuyas cabezas visibles eran las descendientes directas de las heroínas que habían descubierto la lejana región. Durante aquella era, época previa a la fundación del Reino tal y como se conocía en aquel entonces, las mujeres gobernaban con severidad, pero también con justicia. Lamentablemente era una época de hambre y penurias, de injusticia y discriminación, en la que las guerras no tardaron en llegar. El sector se convirtió en el campo de batalla de las siete mujeres que se unieron para iniciar la expansión del sector y, pronto, muy pronto, trajeron consigo la destrucción a sus mundos.

Años después, con la llegada del Reino a la Humanidad, todas ellas serían condenadas por alta traición por las grandes esferas, pero hasta entonces, durante largos años, lograron traer tanto la riqueza como la guerra a sus mundos.

Sus amados mundos.

Y eran precisamente todos aquellos sucesos los que, ya fuese sobre lienzos, tapices, cerámica o piedra, se veían reflejados en prácticamente todos los rincones del enorme castillo.

El dominio de las mujeres en el sistema Scatha había acabado hacía varios siglos. Durante la época de auge, las grandes damas planetarias habían logrado convertir sus mundos en magníficos paraísos terrenales en los que la enfermedad y la pobreza no tenían cabida. Para ello habían tenido que luchar con fiereza, atacando e invadiendo docenas de sistemas solares, pero habían logrado conseguir su cometido. Scatha se había convertido en uno de los sistemas más prósperos, y así seguiría siendo durante los siguientes siglos.

Ana conocía la historia que hablaba de las mujeres de Scatha como peligrosas traidoras cuyo destino en manos del Reino había sido el justo. Aquella era la historia "oficial" que se impartía en los colegios y en las academias, pero no la más apoyada. Para ella, al igual que para la gran mayoría de scathianos, las siete damas eran heroínas que habían descubierto y transformado en un auténtico hogar aquellos lejanos y olvidados planetas. Eran ídolos a los que imitar; el espejo en el que todas las mujeres del sistema querían verse reflejadas. Era un secreto a voces que los scathianos no habían apoyado al Reino durante las ejecuciones de sus líderes. No obstante, el secreto nunca era revelado. Sighrith, al igual que el resto de planetas, seguía lealmente las imposiciones y designios de la Suprema y el Consejo, fingiendo así ser uno más de la larga lista de pueblos a su servicio...

Sighrith y sus hermanas formaban parte del enemigo y como a tal habían decidido tratarlas. O al menos eso habían intentado, puesto que, aunque el rex del sistema, Elios Larkin, abuelo de Ana, había dado orden de acabar con todos los recuerdos del pasado que les relacionasen con aquellas mujeres, los habitantes de los siete planetas la habían rechazado abiertamente, mostrándose desde el primer minuto en desacuerdo. En consecuencia, obligados por la presión ciudadana, tanto Lenard como sus seis hermanos habían cedido a su petición. Una petición que, aunque todos los varones tuvieron que aceptar amargamente, las cuatro mujeres de la familia a las que su padre había negado la posibilidad de gobernar su propio planeta, habían celebrado en silencio.

Irónicamente, Scatha, un sistema surgido de la voluntad y fortaleza de las mujeres, había acabado convirtiéndose en un paraíso conservador en el que el poder recaía total y absolutamente en los hombres.

Formando parte de la familia real, el hecho de que Ana tuviese como heroína a Sighrith, fundadora del planeta, no estaba especialmente bien visto. La tradición obligaba a sus padres a que la jovencita tuviese como segundo nombre el del planeta, pero en todos los demás ámbitos habían preferido alejarse lo máximo posible del turbio pasado que pesaba sobre sus espaldas.

Dama de Invierno - 1era parteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora