XXXIV

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El Otro Rostro de la Vida

Una existencia desde una perspectiva diferente...








No es verdad, no es verdad...

Me repetí hasta el cansancio, mientras pisaba el acelerador furiosamente. Tenía miedo, pero  también deseaba comprobar que  lo que me había dicho Cathy no era verdad, que había sido sólo una cruel mentira para cobrarse así una parte del dolor que yo le había causado.

No es verdad...

Continué con mi monologo interno... Pero ya era inevitable... una inquietante incertidumbre se había apoderado de mí, algo de lo que no podía escapar; dentro la duda había echado  raíces y se expandía sin orden por cada tramo de mi cuerpo.

Las casas y demás pasaban a mi lado en una línea borroso que ignore olímpicamente, nada me quitaba de la cabeza mi destino final, el único lugar a donde deseaba llegar por ahora... la casa de Louis...  

El trayecto fue largo eterno me aventuro a decir... hasta que por fin el viejo mustang de Anne se detuvo frente a una imponente casa, la casa de los Tomlinson, los padres de Louis.

El miedo que sentí en mi interior era realmente inmenso tan grande que por momentos me hacía dudar, me hacía flaquear de la peor manera que se podía hacer dudar a una persona... pero las ganas de comprobar que no era cierto, esa llama de esperanza que aún estaba encendida en mi interior me alentaban a seguir, a no detenerme por nada del mundo... a que comprobara de una vez por todas lo dicho por Cathy y de una vez por todas sufrir como realmente me merecía sufrir y no a medias tintas como lo estaba haciendo...

Así que no lo pensé más y me baje del automóvil, fuera hacía frío, el aíre que soplaba olía a humedad y a tierra mojada, me estremecí ante el contacto de mi piel con el frío viento pero ni ello me detuvo, seguí con mí camino... no podía detenerme, ya no quería hacerlo, no importaba el resultado o cualquier cosa que pudiese encontrar ahí... ya no, por que de alguna manera lo que ahí encontrara era la manera de cómo iba a pagar por mis culpas...     

Me detuve en la puerta; sin pensarlo más toque el timbre y esperé a que alguien saliera... pero nadie lo hizo... volví a tocar el timbre y volví a esperar y nada...

Conforme transcurrían los minutos ese miedo que me ahogaba por dentro comenzaba a elevarse en mi interior... comenzaba a correr por mis venas, por cada tramo de mi cuerpo... Seguí tocando el timbre una... dos... tres veces y nada... ni nadie...salía... al mi alrededor todo era tranquilidad y  una paz escalofriante... somera...

Los follajes de  los árboles de vez en cuando aullaban lastimeramente y después volvían a quedarse en silencio... como testigos silentes ante lo que pasaba frente a ellos...

Me aleje de la puerta... quise creer que no había nadie en casa, que habían salido y que más tarde regresarían... que las muchachas de la limpieza ya no estaban a estas altas horas de la noche... así que me dirigí al auto, ya mañana volvería, mañana sería un nuevo día, un nuevo día donde arreglaría las cosas de la mejor manera... y donde todo volvería a la normalidad...   

Abrí la puerta del coche y subí un píe pero antes de entrar de lleno miré por última vez aquella casa... aquella casa que tantos recuerdos me traía y sin pensarlo más dejé el auto, azoté la puerta y me dirigí a la casa. Ya cerca de ella me coloqué en la pared, cómo bien pude por ahí trepé... Subí escalando cada una de las piedras que le conformaban sin importarme el daño que a mis manos les pudiera ocasionar hasta que por fin llegue a la cima... de donde miré el interior que estaba sumido en tinieblas y oscuras sombras...  Nada se veía...

El Otro Rostro de la Vida ➳ l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora