XXXII

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El Otro Rostro de la Vida

Una existencia desde una perspectiva diferente...



Y justo en aquellos minutos que parecían interminables y eternos, de alguna manera que estaba fuera de mi total entendimiento, pude percatarme de cuan cierto era de cuanto se dice a media voz... "En esta vida, tarde o temprano, todo tiene su debido momento. De ninguna manera posible podemos escapar a lo que la vida y el mismo destino nos tienen reservado, por que eso es parte de nuestra existencia de lo que no toca vivir, por lo que si negamos todo lo que puede pasar, a la misma vez negamos que vivimos..."

Hoy de alguna u otra forma el mío, mi momento ya había llegado.... después de un largo naufragio arribaba a un puerto seguro, incitado por el viento de la desgracia, en donde después haber anclado con fuerza ya comenzaba a desembarcar.

Aquella hora que tanto había implorado, suplicante y deseoso que jamás, que nunca en la vida llegara... la hora de enfrentar mis peores y más inimaginables temores no parecía lejana desde donde le veía, estaba cerca, demasiado cerca pese a mi obstinada actitud que me hacía creer de que no era así. Era sólo cuestión de tiempo y de resignación...

Aquella guerra que había estallado desde hace mucho tiempo en mi interior, la que sabía que tenía perdida desde mucho antes del comienzo y que prefería ignorar por fin terminaba; la última batalla interna contra mis propios demonios había alcanzado límites insospechados; estaba perdiendo y debía pagar las consecuencias a un precio muy alto ahora que todo acabara y terminara siendo el irrisorio perdedor en esta contienda...

Miré fijamente a Cathy, sin pestañar una vez siquiera, con la culpa, con el dolor y con el remordimiento que parecían no cesar en ningún momento, brotando a raudales de mis ojos; una simple ojeada era una suplica de perdón, cada lágrima que de ahora en adelante derramara sería un sutil murmullo de arrepentimiento, de dolor y de todo aquello que sentía que abrumaba a mi corazón, sin piedad...

Lo más sorprendente de todo lo que pasaba a mi alrededor era que no flaqueé pese al miedo, a la duda, a la incertidumbre pese a todo; y es que muy, pero muy en el fondo sabía y estaba conciente que tenía que ser valiente... tenía que afrontar las cosas de la mejor manera y buscar una solución para que todo no terminara tan mal como lo podía llegar a terminar...

En mí pecho, mí corazón latía enfebrecido, de una manera enardecida que percibía, con suma precisión, el correr mi sangre bajo mi piel perlada por un fino sudor. Mi respiración se volvió dificultosa, había ocasiones me faltaba el aire, el estomago me daba vueltas, sentía como si el mundo se derrumbaba sobre mí y me aplastaba entre sus polvorientos escombros... sentía las mejillas encendidas por quien sabe que motivo... y las piernas faltas de fuerza...

Me quede plantado ahí, a la mitad de la sala sin hablar, sin pronunciar palabra alguna, sin el más mínimo gesto en mí rostro que denotara poco de lo mucho que estaba sintiendo, estaba impasible; era como una fría estatua del más frío mármol, sin mostrar amago alguno de que una parte de mi corazón deseaba revelar la verdad, mientras la otra lucha por hacerme callar de todas la manera existentes posibles; a unos cuantos metros las brazas de la chimenea crepitaban débilmente, lanzado diminutas y encendidas chispas por doquier, como una lluvia de estrellas fugaces mientras las flamas tiritaban cada que algún soplo del frío aire que lograba colarse al interior de aquel lugar....

El hosco silencio, el mismo silencio de la muerte, aquel que precede a la tormenta y a la desgracia se cernía sobre nosotros, amenazador e intimidante. Gobernaba por doquier, con una fuerza poderosa e invisible que mantenía todo a raya, demostrándote tácitamente que el que manda aquí era él y nadie más. Imponía, como nunca lo había hecho en mí vida... era de la peor manera que pude llegar a ser...

El Otro Rostro de la Vida ➳ l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora