Capítulo 3.

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— Estamos jodidos. — dijo Cepeda.

— ¡Callate! Tenemos que pensar. — respondió alterada Miriam que iba de un lado a otro pensando en cómo salir de allí.

Nadie habló, lo único que se oía eran los pasos nerviosos de Miriam y los golpes de los zombies que se habían amontonado en la puerta a causa de la alarma, la cual seguía sonando.

— Agh. — se quejó la gallega. — Con todo este ruido no puedo concentrarme.

Miriam, aunque parezca una líder innata, en situaciones de estrés se solía poner muy nerviosa y normalmente terminaba en un bloqueo que no le dejaba pensar con claridad.

— A ver, Miriam, cálmate, seguro que hay una salida de emergencia o algo. — sugirió Roi.

— Muy bien, en caso de que haya una salida de emergencia, ¿y si también está bloqueada por una horda?

Cepeda sólo se limitó a observar en silencio mientras que Mimi, que es más curiosa que un gato, se puso a rebuscar entre las estanterías de la farmacia.

— ¡Pasta de dientes!

El entusiasmo de la granadina rebotó por toda la farmacia, lo que hizo que Miriam parase de dar vueltas y la mirase seria.

Ante la imponente mirada de león Mimi se sintió diminuta. "Me va a matar" pensó, y en una ocasión normal habría sido así, pero la gallega, para sorpresa de todos, estalló en carcajadas, a lo que la rubia sintió que podía volver a respirar tranquila.

— ¿Eres siempre así?

— La mayor parte del tiempo sí. — respondió vacilona la granadina mientras le guiñaba un ojo a la gallega.

Roi y Cepeda no daban crédito, hacia mucho tiempo que no veían a Miriam reír, y menos de esa manera.

— Vale. — dijo el gallego menor. — Seguro que el cosito de la alarma está en algún lado...

Mientras Roi terminaba la frase, Mimi, que seguía dándo vueltas por la farmacia encontró la dichosa alarma y le hizo un gesto a Cepeda para que se acercase, el cual, ya irritado por el molesto sonido golpeó con la furia de dos dragones el pequeño aparato en la pared, haciéndolo añicos.

— A tomar por culo. — habló ya cansado el gallego mayor.

— Qué bestia, Luis.

— Es que ya me estaba poniendo nervioso la puta alarma.

— A mí también. — intervino Mimi.

Los tres gallegos giraron la cabeza hacia la granadina que aparecía desde la parte de atrás de la farmacia cargada de ibuprofenos.

— Pero si hace un momento estabas aquí. — dijo Cepeda confuso. — ¿En qué momento te has ido allí?

Mimi se encogió de hombros.

— No para de moverse, es como si fuese hiperactiva o algo. — bromeó Roi.

¿Quién me diría a que hace menos de 24 horas esta chica estaba abrazada a temblando? Pensó Miriam mientras se le escapaba una tierna sonrisilla.

— ¿Por qué sonríes? — preguntó la otra chica a literalmente tres centímetros de la cara de Miriam.

— ¿Y tú por qué te acercas tanto? — respondió ésta dándole en la frente con el dedo.

— Ay. — dijo frotándose la frente.

Miriam sonrió con ternura, pero el deber la llamaba y lo primero que debían hacer era salir de allí lo antes posible.

— Bien, dejemonos de tonterías. — empezó poniéndose seria. — Roi, ve a inverstigar, a ver si con suerte hay una salida de emergencia. — ordenó y se giró hacia Cepeda. — Luis, busca algo con lo que nos podamos defender, lo que sea. — hizo una pausa y miró a una sonriente Mimi que esperaba una orden de la gallega. — Tú y yo cogeremos todo lo que sea útil.

— A sus órdenes. — bromeó la granadina mientras hacía una reverencia. — Será todo un placer dejar esta farmacia vacía.

Dicho esto, cada cual empezó son su tarea. Cepeda se puso a rebuscar por todos lados y pero lo único que encontró fue una pistola para hacer pendientes. Mientras, Miriam y Mimi llenaban sus mochilas de medicamentos, vendas, gasas, compresas y literalmente cualquier cosa que la gallega considerase importante para una situación de emergencia, de hecho, encontró un par de parches de nicotina y algún que otro spray para dejar de fumar y los guardó para sus compañeros, que estaba harta de saquear estancos. Roi por su parte encontró la salida de emergencia, que por suerte daba a un callejón limpio de zombies.

Pero Roi lo sabía, sabía que los tres eran gafes y que las cosas no podían ir bien ni un minuto, por eso cuando oyó el sonido de varias motos acercándose no le extrañó, pero no podía quedarse ahí parado esperando a que lo cogieran, y mucho menos huir sin sus amigos, así que no dudó un segundo en agarrar bien fuerte la barra de metal que se encontró en la calle hace unas y salir corriendo al interior de la farmacia en busca de su grupo.

Miriam al oír las motos se tensó, tenía miedo, mucho miedo, la última vez que huyeron de ellos casi no salen con vida.

— ¿Miriam? — habló Mimi cogiéndola por los hombros y sacudiéndola suavemente.

Cepeda se asomó desde uno de los despachos nervioso mientras la gallega volvía al mundo real.

— Chicas tenemos que irnos. — exclamó con prisa.

— ¿Miriam? ¿Estás bien? — preguntó preocupada Mimi, obteniendo como única respuesta que ésta la mirase a los ojos con temor.

— Chicos, he encontrado la salida, vamos. — dijo Roi precipitadamente mientras llegaba de la nada y volvía corriendo sobre sus pasos.

Cepeda lo siguió, pero Miriam seguía ahí, temblando, como hace menos de 24 horas estaba Mimi abrazada a ella, pero ésta no tembló cuando cogió su mano y tiró de ella para salir corriendo en la dirección en la que los dos gallegos se encontraban corriendo también.

— Vamos, vamos, vamos. — ordenaba Roi mientras sujetaba la puerta para que saliesen sus compañeros.

Mientras Cepeda salía a toda prisa seguido por ambas chicas varios disparos y cristales rotos se escucharon desde la calle y la farmacia. Eran ellos. Los gallegos estaban nerviosos, tan nerviosos que cometieron el error de salir corriendo sin ningún plan, y Mimi, que iba tirando de Miriam, la cual estaba en shook, decidió seguirlos.

El grupo había tomado tres malas decisiones:

1. No esconderse.
2. No sacar a Miriam del shook para que idease un plan de huida.
3. Salir corriendo sin rumbo.

Y fue por eso por lo que los pillaron.

SobreviviendOTWhere stories live. Discover now