Capítulo 2

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Los primeros rayos de sol de la mañana entraron sin vergüenza entre las tablas que bloqueaban el escaparate del local que se habían apropiado el grupo de gallegos y posteriormente, también Mimi. Ésta apretó los ojos molesta a causa de la luz para acto seguido abrirlos lentamente. Observó que en algún punto de la noche ambas habían acabado en el suelo acurrucadas y notó que Miriam la tenía abrazada con un brazo por la cintura mientras que usaba el otro de almohada.

Se permitió el lujo de admirarla mientras dormía, analizó con detalle cada milímetro de su rostro y se dio cuenta de que era perfecta, por un momento pensó que era un ángel y que había sido esculpida por dioses griegos.

Se ruborizó. Se ruborizó porque acababa de caer en cuenta de que llevaba un rato mirándola dormir como una boba. "Dios mío, Mimi, eres una acosadora, encima sólo falta que se te caiga la baba" pensó.

Se sentía patética, patética y extraña, pero se le pasó pronto, porque Miriam suspiró en sueños y Mimi creyó que se derretía, realmente había sido lo más adorable que había visto desde aquella vez que vio un gato hacía más o menos tres meses y se volvió a quedar embobada.

Pasados unos minutos oyó un ruido y se tensó al instante, miró hacia el lugar dónde había sonado y vio a Roi frotándose la frente, resulta que estaba tan cerca de la pared que al girarse se la había comido de lleno, a Mimi le dieron ganas de estallar en carcajadas pero tuvo que contenerse la risa por respeto, y el pobre Roi, que no se había dado cuenta de que le habían visto, se volvió a hacer una bolita con intenciones de volver a dormirse. Mimi sonrió y de reojo miró a Cepeda, juraría que no se había movido nada en toda la noche, pero no le dio importancia. Volvió a desviar su vista a Miriam, percibiendo de nuevo la paz que trasmitía, decidió que podría permitirse acurrucarse a su lado "cinco minutitos más" así que tapó a ambas hasta el cuello, se pegó más a su compañera de manta y escondiendo la cara en su cuello cierro los ojos para quedarse dormida de nuevo.

Unas horas después fue Miriam la que abrió con un poco de pereza los ojos para ver a una indefensa Mimi dormir como un bebé en su cuello, le produjo ternura y realmente quería quedarse así un rato más, pero decidió que lo mejor sería levantarse, así que con cuidado se separó de la rubia y se puso en pie.

Salió a la calle y comprobó que efectivamente, hacía una muy buena mañana para ser Octubre, respiró profundamente mientras la fría brisa acariciaba suavemente su rostro y unos débiles rayos de sol intentaban mantener su cuerpo cálido.

Por un momento echó de menos Galicia, su tierra, y se puso nostálgica.

— Buenos días. — habló Cepeda saliendo con ella a la calle envuelto en su manta.

— Buenos días. — respondió algo triste.

— ¿Pasa algo?

— Tengo morriña, echo de menos Galicia.

Antes del día uno, cuando estaba en su casa en Galicia, Miriam solía madrugar para salir a disfrutar el aire de su tierra.

— Yo también la echo de menos... Y mi vida antes de todo esto. — suspiró Cepeda. —  A ver si luego encontramos un paquete de tabaco, que nos quedan poquísimos de los que encontraste la última vez.

— Tenéis que reducir el consumo, que cada vez es más difícil encontrar algo. — calló pensativa un segundo. — O mejor dejáis de fumar.

Miriam odiaba que Cepeda y Roi fumasen, nunca le gustó el tabaco y siempre regañaba a la gente de su alrededor por fumar.

— En algún momento tendremos que dejarlo, supongo.

La gallega suspiró.

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