Capítulo II

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Una molesta sensación se alojó en mi rostro, abrí los ojos y un rayo de luz me cegó de inmediato. Había una pequeña ventana por la cual se filtraba la luz solar.

Refunfuñando me di la vuelta quedando boca abajo, noté el dolor en mis caderas y el cuerpo pesado, necesitaba un baño caliente, pero había valido totalmente la pena si recordaba al sexy hombre de anoche.

Volví a quedar boca arriba y observé la habitación, no había podido ver mucho anoche así que esta vez pude darme cuenta de los detalles. Había un televisor pequeño justo en frente, un clóset, una mesita de noche a cada lado de la cama, un espejo, la puerta de lo que supongo era el baño, su escritorio y un estante con algunos libros, todo bastante normal para un estudiante universitario.

Me levanté despacio y busqué mi ropa, encontrándola doblada en un pequeño banco, la tomé y me vestí, y con esfuerzo llegué a la sala, y después a la cocina encontrándome un plato en la mesa, tapado y con una nota.

"Salí a comprar algunas cosas, no es necesario que me esperes. Cierra con llave cuando salgas y deja la llave debajo de la alfombra, disfruta el desayuno y gracias por lo de anoche, estuvo bastante bien, espero repetirlo"

PD: te dejo mi número, llámame si quieres

Demasiada confianza para alguien que acaba de conocer, el dejarme solo en su casa y con una llave, me encogí de hombros, suerte que yo no soy de los que roban.

Miré los números, doblé la nota y la guardé en mi bolsillo, me senté y empecé a comer disfrutando cada bocado, estaba delicioso. Nunca me había quedado tanto tiempo después del sexo, pero al menos había cumplido el deseo de Ángel y me iría desayunado.

Salí de la casa soltando un suspiro, hice lo que me pidió y emprendí el camino a mi departamento. Aún sentía el cansancio recorrerme, pero supongo que después de un buen baño desaparecería por completo.

Mi rutina de siempre, clubes o bares, apartamentos u hoteles y finalmente casa y un baño.

Entre y sentí el olor de los huevos revueltos.

—Ya llegué Ángel —me dejé caer en el sofá

— ¿Otra vez de parranda? —me gritó desde la cocina.

Salió de ella y se situó frente a mí para luego observarme extrañada.

—Isaac, estás pálido —se acercó a mi rostro y me miró preocupada —. ¿Te sientes bien?

— Estoy bien, siento el cuerpo algo pesado, pero es todo.

— ¿Desayunaste? —Asentí —por fin exigiste tu desayuno, hice jugo de mora, tómate un vaso

Volvió a la cocina y después apareció con un vaso, me lo entregó y lo bebí todo de golpe.

—Date un baño y tómate algo si te duele el cuerpo, mañana tenemos clases así que debes estar sano, voy a la tienda a comprar unas cosas —tomó su cartera y salió.

Recosté mi cabeza, miré al techo, y sin darme cuenta me quedé dormido.

El ruido de mi celular me despertó, lo busqué en mi bolsillo sin abrir los ojos y lo descolgué llevándomelo a la oreja.

— ¿Sí?

— ¿Isaac? Amigo, ¿Cómo estás?

— Bien Johan, ¿y tú? Debes tener una buena resaca

—Y la tengo, me pasé, lamento si hice algo estúpido, me dijeron que te fuiste con un chico ¿lo pasaste bien?

—Descuida, y si, lo pasé genial

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