Capítulo 1

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"Mierda, mierda, mierda."

Era lo único en lo que pensaba Mimi mientras corría con todas sus fuerzas por las oscuras, y ahora más que nunca, tenebrosas calles de Madrid.

¿En qué momento había llegado a esa situación? ¿Cuando se había separado de su grupo? Da igual, no estaba para pensar, cualquier pensamiento que se le venía a la cabeza era opacado por el miedo al ver que los dos "z" que la perseguían les pisaban los talones y que sentía que en cualquier momento le fallarían las piernas a causa del cansancio. Se estaba replanteando seriamente si deshacerse de su mochila para correr más rápido cuando oyó a un ángel llamarla.

— ¡Por aquí! — gritó alguien desde la puerta de un local abandonado.

Para Mimi aquella voz fue equivalente al canto de una sirena, así que como si de un marinero embelesado por aquella voz se tratase, puso sus últimas energías en llegar hasta ella, pero estaba tan aterrada que al llegar a su objetivo no frenó, chocando así con una mujer de melena rizada y haciendo que ambas cayesen al suelo, dejándolas indefensas al ataque del par de "z" que la seguían y que estaban a punto de pasar también al local. Por suerte, esa mujer no estaba sola, y de dios sabe dónde salieron dos chicos, uno un poco más alto que el otro, con tuberías oxidadas dispuestos a deshacerse de los zombies que llevaban un par de calles acosando a una cansada y aterrorizada Mimi.

Los chicos ejecutaron con éxito su objetivo mientras que una exhausta Mimi, desde el suelo, abrazaba temblorosa con fuerza y los ojos cerrados a la chica que había tirado al suelo.

— Miriam, ¿estás bien? — preguntó, con un notorio acento gallego, el chico más alto el cual llevaba una camiseta gris básica y una chaqueta de cuero al ver que su amiga estaba en el suelo.

— Sí, tranquilo. — respondió, también con acento gallego, la tal Miriam mientras correspondía un poco insegura el abrazo de Mimi.

— ¿Tú estás bien, chica? — el otro chico, el cual iba vestido con una camisa de cuadros roja, se agachó al lado de Mimi. — ¿Te han mordido o algo?

Pero a lo único que le dio tiempo a Mimi fue deducir que el grupo era proveniente de Galicia, porque una décima de segundo antes de responder se oyó el rugir de unas cuantas motos. El cuerpo de Miriam se tensó, reaccionando al instante y haciendo que ambas terminasen escondidas detrás de un mostrador mientras que los otros dos chicos cerraban rápidamente la puerta y se escondían también detrás de ésta dispuestos a atacar si hacía falta.

Mimi no entendía nada y por si fuera poco estaba aterrada, sentía que le iba a dar un ataque o algo y respiraba con fuerza por la boca, la otra chica le puso las manos en las mejillas e hizo que la mirase a los ojos.

— Cálmate, porfa. — susurró.

Lo intentó, intentó calmarse, cerró los ojos con fuerza y respiró profundamente por la nariz, lo estaba consiguiendo. Miriam, al ver que la rubia estaba logrando calmarse sintió algo parecido al orgullo de una madre y sonrió con ternura.

Sólo cuando el sonido de las motos dejó de sonar en la lejanía el grupo de gallegos volvió a respirar a gusto, o eso pareció, porque nada más levantarse Mimi se vio acorralada en la pared con la mirada seria del chico más alto.

— ¿Qué hacías sola en la calle a estas horas? — preguntó con dureza.

— Luis, para, la estás asustando. — le regañó la chica.

Y no mentía, para no variar Mimi estaba asustada, y no entendía por qué el tal Luis se ponía así con ella después de haberla salvado.

— Perdonalo. — sonrío nervioso el otro chico intentando apartar al más alto. — Es que no confía mucho en los desconocidos. Soy Roi, ¿y tú?

Mimi miró nerviosa a Roi, acto seguido miró a Miriam y después volvió a posar la mirada en Roi.

— Mimi. — dijo casi susurrando.

Mimi solía ser una chica feliz y con mucha energía, el alma de la fiesta, vaya, pero cuando estaba triste o tenía miedo podía llegar a ser la persona más frágil del mundo, cosa que, gracias a su instinto maternal, mamá leona notó al instante.

— ¿Qué hacías sola? — preguntó con dulzura Miriam.

— Me separé de mi grupo.

— ¿Cómo? — curioseó Roi.

— Estábamos buscando provisiones y un sitio para dormir, nos pareció buena idea colarnos a un bloque de pisos. — suspiró tristemente. — resultó que estaba infestado y salimos por patas, pero creo que cogieron a Claudia.

Roi la miró con lástima.

— Podríamos salir mañana a buscar a tu grupo. — sugirió.

La cara de ilusión de Mimi era parecida a la de una niña pequeña cuando le ofrecían caramelos.

— ¿Qué? — se quejó su compañero que estaba de brazos cruzados apoyado en el mostrador.

— Joder Cepeda, no podemos dejarla sola. — se defendió Roi.

— A ver, poder podemos eh.

— Pero no lo haremos. — intervino Miriam.

— ¿Y si está con ellos y nos está engañando?

— Si estuviese con ellos ya nos habría atacado.

— Ya están discutiendo otra vez. — habló Roi para sí mismo cansado.

Mimi observaba confusa la guerra civil que mantenían Cepeda y Miriam hasta que se armó de valor para preguntar lo que hacía rato que se preguntaba:

— ¿Quiénes son "ellos"?

Ambos callaron y se giraron a mirarla.

— Un grupo que nos la tiene jurada. — respondió Miriam.

— Los de las motos de antes. — aclaró Roi.

Mimi se quedó con cara de estar armando un puzzle mental, ahora entendía por qué se habían escondido de ellos, pero le seguía faltando información, aún así decidió que sería mejor no preguntar.

— Ella que se queda empanada.

— ¿Eh? Perdón, me pasa mucho.

— ¿Entonces no sabes quiénes son? — la interrogó Cepeda.

Mimi negó con la cabeza y Roi bostezó.

— ¿Podemos seguir con la discusión mañana? Estoy cansado, quiero dormirme. — dijo Roi desde el suelo mientras se hacía un ovillo con una manta.

— Tiene razón. — admitió Miriam. — Estamos cansados, mejor dormimos y mañana pensamos con más claridad.

Cepeda asintió y cogiendo una manta de una mochila se fue a una esquina a dormir.

— Creo que no le caigo muy bien.

— No, es que a veces se pone muy tonto, tú dale tiempo. — dijo Miriam cogiendo otra manta y sentándose en el suelo. — ¿Tienes manta?

— No.

— Pues sientate conmigo, no voy a dejar que duermas con los riñones al aire.

A Mimi le hizo gracia el comentario pero iba totalmente en serio, así que se sentó a su lado y Miriam pasó la manta por alrededor de ambas, por suerte la manta era lo suficientemente grande para las dos, ¿lo malo? que para que cubriese bien a ambas tenían que estar muy pegadas, pero realmente a ninguna le importó.

Miriam trasmitía paz, y por primera vez en mucho tiempo Mimi se sintió segura, por lo que colocó su cabeza en el hombro de Miriam, segundos después notó cómo Miriam colocaba su cabeza sobre la suya y antes de poder contar hasta tres ovejitas Mimi se había dormido profundamente.

SobreviviendOTWhere stories live. Discover now