Capítulo 5

88 9 1
                                    

Capítulo 5

La puerta se abrió con sigilo en un principio, para luego hacer un rechinido y abrirse de forma algo violenta. El tiempo que se demoró en abrirse que me pareció eterno, nos permitió salir a tiempo de la cocina, dejando el vaso en su lugar sin emitir ningún sonido. No obstante, solo llegamos a la mitad del recibidor manteniendo una distancia de medio metro, solo por sea caso, no es que pretendiera estar más cerca.

El hombre al entrar por el umbral nos miró con sorpresa para posteriormente cambiar su expresión por una inquisitiva con su ceja alzada observándome fijamente, incitándome a hablar, pero por sobre todo dar una explicación.

       —Buenas… noches, Señor —saludé rompiendo el incómodo silencio, aunque mi pausa en mis palabras pareció solo inquietarlo más.

       —Buenas noches, Señor Hayes —respondió con su tono de voz seco y serio, volviendo a incitarme a continuar hablando.

       —Buenas noches, padre. Fredernand ya se iba, solo nos vino a dejar a Camille y a mí a casa ¿verdad? —intervino Gabriella a mi lado. No obstante, hasta yo quien no la conoce demasiado a diferencia de su padre todos estos años, pude notar como bajaba la cabeza ante su propia mentira o parte de ella; Realmente no sabía mentir.

       —Ajam, llegamos hace unos minutos antes que tú, antes que se escondiera el sol —agregó Camille , lo último con un son de broma palpable, que al parecer a su ´padre postizo´ no pareció incomodarle, a pesar de la actitud tan severa que representa. Inclusive, esbozó una sonrisa.

       —Ya me marcho señor, no se preocupe  —mencioné captando la atención de su mirada de ‘aún me debes una explicación, no te vas´, que podría resumirse a una de atención en mis movimientos y palabras—. Si le ha molestado mi presencia, no volverá a ocurrir —agregué medio pensándolo en voz alta.

       Podría cortarse con cuchillo la tensión causada por mis palabras, y decir ‘pasó un angelito’, como suele decirse en esas situaciones para romper el hielo, no sería suficiente para repararlo, o bien, disimularlo siquiera.

       Luego de una meditación que podría considerarse corta, pero por la tensión pareció ser eterna, el padre de Gabriella respondió a mis palabras que, ahora que lo pienso, pudo tomar como una mala broma o una ironía de la peor calaña.

       —Lo que me gustaría, Señor Hayes. —Hizo una pausa—. Es que simplemente no entre a mi casa sin mi permiso o mi presencia.

       —Me parece completamente lógico y razonable —respondí nuevamente, sin filtrar mis palabras ni mis actos, en ser educado y solo asentir con la cabeza. Inclusive, olvidé tratarlo con respeto—. Disculpe, si me he escuchado altanero, solo quiero ser condescendiente —agregué enfrentando su mirada, la verdad es que sus ojos, a mi parecer, no decían nada.

       El asintió. Mientras tras él, la pequeña Gabriella me miraba aún con la expresión preocupada pero contrariada por la situación.

       —Entonces, hasta pronto Señor Hayes. Espero que esto no vuelva a ocurrir y verlo nuevamente, es usted un gran chico. —Se despidió con una expresión más alegre y alzándome su mano la cual tomé sintiendo el ‘amigable apretón ‘.

       No entendía como un apretón de manos podía develar si se trataba todo de una advertencia o un gesto sincero. Simplemente sabía  tenía la corazonada, de que este era uno sincero o mayoritariamente de esa índole.

       Al segundo siguiente, Camille vino a abrazarme, justo cuando me separé de quien ella misma consideraba su padre. Me abrazó fuertemente para quedar a la altura de mi oído y poder susurrarme.

Hilados por las venas.Where stories live. Discover now