Parte 4

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En la madrugada, cuando ya no quedaba nadie, una figura encapuchada recorrió la nueva plaza. Su capa lo cubría de pies a cabeza y arrastraba por el suelo produciendo un leve susurro. La figura también llevaba máscara y guantes, de modo que resultaba imposible adivinar su identidad.

El encapuchado se detuvo en cada estatua para verla y palparla con interés casi científico. Su búsqueda era de vital importancia, y debía hacer la mejor elección posible a fin de evitar un error del pasado.

Dejó la estatua de mármol para lo último porque era la que tenía más potencial, y no quería agotar las posibilidades recurriendo de inmediato a la opción más fácil. Sin embargo, las demás esculturas lo decepcionaron. Había talento en ellas, pero no verdadera genialidad. No le servían para su propósito.

Pasó entonces a la hermosa joven del cántaro. Tocó la piedra fresca e impoluta con una sonrisa de satisfacción. Era una estatua maravillosa, con una energía intrínseca más allá de la sustancia inerte que la componía. Su autor sí tenía genio. No era un mero artista sino un creador auténtico. Como un dios.

La figura encapuchada volvió a sonreír por debajo de la máscara. Había encontrado lo que buscaba.

(Continuará...)

Gissel Escudero
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El dragón de piedraWhere stories live. Discover now