CAPÍTULO 8º ¿QUÉ MUEVE A UN MONSTRUO?

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CAPÍTULO 8º

¿QUÉ MUEVE A UN MONSTRUO?

La noche ha caído nuevamente sobre la ciudad de Londres, y ya son tres los cadáveres que han aparecido en el corto espacio de veinticuatro horas en las calles de la capital inglesa.

Sin embargo, de momento y por desgracia, nadie ha podido hacer nada, no hay ninguna descripción del asesino. Aunque, dicho sea de paso, tampoco es que la Policía haya hecho gran cosa por discernir la identidad del asesino, pues las víctimas han sido dos indigentes y una vieja prostituta sifilítica.

Todo lo que se sabe es que han muerto estranguladas.

Vemos una figura alta y espigada deambular por estrechos y oscuros callejones de la ciudad.

Si nos acercamos un poco podemos ver que sus facciones y todo su cuerpo coinciden hasta el más mínimo detalle con el Profesor Andrew Clitheroe. Pero si nos fijamos un poco más podremos ver un intenso brillo de locura homicida en sus ojos azules muy diferente de la mirada inteligente, tranquila y serena de aquel que le dio la vida.

―Camille... Camille... Camille... ―Va murmurando mientras avanza con paso firme y decidido hacia la mansión de la familia Blethyn.

Tan sólo podemos estar seguros de una cosa... Sus intenciones son cualquier cosa excepto nobles...

En ese mismo instante, en la mansión del Juez Blethyn y su familia, éste discute con su hija sobre el desplante que la joven tuviese ayer para con su prometido, el joven Joseph Felton...

―¡Por el amor de Dios, papá! –Exclama Camille visiblemente exasperada ante la tozudez de su progenitor―. ¿Es que no puedes entender que a quién realmente amo es otro hombre?

―¿¡Quién, dime quién es ese hombre!? –El viejo Juez toma a su hija del brazo y la sacude violentamente, haciéndole daño y alarmando a su querida esposa, que corre en auxilio de la joven.

―¡POR TODOS LOS SANTOS, MORGAN BLETHYN! –Chilla la buena mujer interponiéndose entre su marido y su hija―. ¡No pienso consentir que trates así a la niña!

―¡No te atrevas a levantarme de nuevo la voz, mujer! ¡No te atrevas o juro por Dios que...! –Susurra el Juez al oído de su esposa, con el rostro desencajado por la ira.

―¿Qué harás, eh? –Replica Theresa con voz desafiante, plantándole cara a su esposo, al que hace años juró amor eterno por encima de todas las cosas―. Me da mucha pena decir esto, Morgan –dice luego mientras rodea con su brazo la grácil cintura de Camille y la acompaña hasta una de las sillas del amplio salón comedor―. Pero ya no te pareces en nada al hombre maravilloso y atento con el que me casé hace casi treinta años.

Va a decir algo más, pero su hija la ataja con un gesto, señalando al enorme ventanal de la sala.

―¿¡QUÉ DIABLOS!? –Grita el Juez Blethyn al ver el rostro del odiado Andrew Clitheroe asomado a la enorme cristalera, mirándolos con expresión enloquecida.

Sin dudarlo un instante, el viejo hombre de leyes sale al jardín, dispuesto a enfrentarse con el molesto visitante.

―¡LE DIJE QUE SI VOLVÍA A VERLO RONDANDO POR MI CASA, SE LAS HARÍA PAGAR MUY CARO, CLITHEROE! –Brama el anciano, al tiempo que blande su pesado bastón.

No tiene tiempo de hacer nada más. El doble del Profesor Clitheroe se abalanza sobre él, arrebatándole el bastón y golpeándole con ella repetidas veces, hasta convertir su cara y su cabeza en una sanguinolenta masa de carne, provocándole la muerte.

Y dentro de la casa, las dos mujeres se abrazan con fuerza y gritan aterradas.

Cuando la Policía llega poco después, todo lo que la angustiada Theresa Blethyn puede contarles es que, tras asesinar a su marido, el Profesor Andrew Clitheroe, se ha llevado a su hija.

EL DOBLEWhere stories live. Discover now