Bajo mi piel. Sandra Sánchez. CAPÍTULO 6

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CAPÍTULO 6

Salí del spa sin importarme lo que podían pensar las personas con las que me encontré al verme correr con lágrimas en los ojos. No paré de correr hasta que llegué a mi cabaña donde cerré la puerta con un fuerte portazo por la impotencia. Ni siquiera conocía su nombre, por amor de Dios, y ya había fantaseado con él, había permitido que me faltase el respeto, que me debilitase y sobre todo que me tocase.

Afortunadamente para mí, su carácter era totalmente incompatible con el mío. Lo que suponía un respiro para mi mente en estos momentos. Me afectaba. Me afectaba demasiado su olor a hombre limpio y varonil, su tacto, su cuerpo esculpido por el mejor de los artistas. Su mera presencia suponía un caos en mi cabeza y su voz... ¡oh hombre! Esa voz potente y ligeramente ronca hacía que la piel de mi nuca se pusiera de gallina con tan solo el más leve sonido. Pero, al igual que me afectaba todo, odiaba a las personas de carácter arrogante como él. Personas que probablemente no habrían tenido ni un solo problema en toda su vida al pedir algo y que sólo fuese cuestión de segundos conseguirlo y si no, se tomaban la osadía de cogerlo si quiera sin preguntar primero si alguien está de acuerdo con ello o no.

Me escurrí hasta la enorme ducha. Regulé la temperatura del agua y dejé que cayera por mi cara permitiendo enjuagar las pocas lágrimas derramadas avanzando a lo largo de todo mi cuerpo. Me apoyé en la pared y cerré los ojos intentando borrar los recuerdos. Pero lo único que pude ver sin embargo fueron esos profundos ojos azules mirándome con esa expresión indescifrable. Parecían confusos, dolidos. Y todo por mí, por mi estúpida culpa. Debería haberme ido de allí en cuanto lo vi nadando. No debería haber permanecido en el sitio como si un maldito albañil hubiese cubierto mis pies con litros de cemento anclándome al suelo.

Escuché vagamente como se cerraba la puerta principal de mi cabaña y me apresuré en secarme para salir. Sabía que era Luca para ver esa película de la que habíamos hablado antes ya que nadie más tenía tarjeta. Me puse un suave albornoz que descansaba detrás de la puerta porque no tenía ganas de buscar ropa en ese momento y salí a su encuentro. Estaba buscándome por la habitación porque no me encontraba a la vista. Avancé hasta él y le toqué el hombro para avisarle de mi presencia.

-          Hey bebé, ¿qué tal la piscina? ¿nadaste mucho?- preguntó Luca a la vez que me tiraba en un abrazo y me daba un beso en el cuello.

-          No, al final fui a darme un masaje y como terminé tan relajada se me pasaron las ganas de nadar- mentí- ¿Cómo estuvo tu reunión?

-          Bien, todo va sobre ruedas. Aunque si he de serte sincero el tipo es un hueso duro de roer en cuanto a negocios.

-          Lo siento, debe ser odioso tener que tratar con tipos así. ¿Se demoraron mucho las cosas al final?

-          Qué va preciosa. Apenas unos minutos. Te estuve buscando pero supuse que aún seguías en la piscina porque no di contigo y no quería molestarte.

-          Tú nunca me molestas tonto. ¿Entonces qué? ¿Listo para ver una película?- cambié de tema para que no notase mi alivio al saber qué hubiese podido pasar si llegase a presenciar la escena de la piscina con el hermoso desconocido.

-          Por supuesto, pero esta vez elijo yo.

-          Vale, pero la vemos en la pantalla de la habitación porque tengo ganas de acurrucarme en la cama.

La risa de Luca llenó mis oídos haciendo que una sonrisa se extendiese por mis labios. Con él podía ser yo misma y no tener que estar alerta constantemente. Me sentía protegida.

-          ¿no estarás desnuda debajo de ese albornoz no Mia?- preguntó levantando una ceja en un tono sugerente.

-          Oh por Dios, madura Luca- dije y le di una palmada en el pecho.

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