Capítulo 18. "Pequeño empujón"

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—¿A dónde piensa llevarme esta vez, señor Bieber? —preguntó curiosa—. Espero que esta vez sí me sorprenda.

Justin la miró unos segundos con la ceja arqueada y una sonrisa divertida en el rostro. Ella parecía más relajada que en anteriores ocasiones. Eso lo hizo sentir bien. A pesar de que sentía que había forzado un poco las cosas y se había comportado como todo un intenso, estaba creando un vínculo.

Todas las mañanas se despertaba con ganas de verla.

Hoy la tenía a pocos centímetros. Sentada en el copiloto. En su McLaren azul metálico. Y lucía como toda una jodida diosa del Olimpo.

—Es una sorpresa.

Olive entrecerró los ojos hacia él.

—Siempre dices eso. Haz una excepción.

—Lo siento pero no revelo detalles. Deberás descubrirlos por ti misma —se encogió de hombros, manteniendo la misma sonrisa burlona en su rostro—. Un poco de misterio no viene mal, ¿no crees?

—Jódete —rió.

—Jódeme tú —le guiñó el ojo—. Eso me gustaría.

—Sigue soñando.

—Tengo la dicha de hacer mis sueños realidad.

—Esta vez el universo no estará a tu favor. Te lo aseguro, guapo.

—Si fuera tú, me callaría para no arrepentirme luego —le guiñó un ojo—. Te lo digo por experiencia. Escucha a los mayores.

No respondió. Sabía que tenía razón pero no quería admitirlo. De hecho, no lo permitiría. Tenía que mantener esa actitud pedante que acogía en su presencia para que la dejara, finalmente, en paz. Pero no estaba funcionando. En lo absoluto. Justin no era el tipo de persona que se rendía tan fácilmente. Y eso, de cierto modo, le gustaba. No podía engañarse a sí misma; le gustaba su compañía, su trato, su personalidad y... su sonrisa. Sí, definitivamente le gustaba mucho su sonrisa. También le gustaba mucho aquel inconfundible perfume One Million de Paco Rabanne.

Hizo una breve pausa a sus pensamientos cuando se dio cuenta de una cosa.

Le gustaba Justin.

Empezaba a gustarle más de la cuenta.

Odiaba admitirlo porque estaba mal. Estaba muy mal que le atrajera tanto el prometido de su prima. Se sentía culpable por aceptar salir con él. Debió alejarse desde el primer momento en que Justin descubrió que ella era Hera. Claro que no se lo ha confesado o mejor dicho, confirmado. Tampoco pensaba hacerlo. O quizás debería hacerlo. Si confesaba la verdad podría ponerle punto final a ese peligroso juego en el que se estaban involucrando.

—Llegamos —dijo con suavidad, irrumpiendo sus pensamientos.

Ni siquiera se dio cuenta cuando se bajó del auto, incluso la puerta estaba abierta. Tenía la mano extendida y se la ofrecía para ayudarla a bajar del auto, no tardó mucho en hacerlo y en cuanto se bajó le echó un vistazo al lugar y lo reconoció casi de inmediato. Estaban en el jardín botánico nacional.

—¿Conoces el lugar?

—Por supuesto —asintió con seguridad—. Mi papá me traía a este lugar todos los fines de semana cuando era una niña pequeña. Era mi favorito.

El ojimiel notó la emoción en su voz y en el brillo de sus preciosos ojos. Y se quedó ahí observándola con mucha atención. No tenía ni una pizca de maquillaje aunque no lo necesitaba para nada. Al natural estaba mucho más preciosa.

—Me he ganado un beso por haber acertado, ¿no te parece?

Soltó una burlesca carcajada.

—Es cierto que tengo años sin visitar este lugar y que me encanta pero no por eso te daré un beso. No seas iluso.

Olive Where stories live. Discover now