Capítulo 1. "Decisiones apresuradas"

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—Lo siento mucho señor Holden, pero usted ha quedado oficialmente en bancarrota.

Esas palabras azotaron a toda la familia Holden. Personas acostumbradas a los lujos y a las extravagancias que el dinero podía comprar. Eran millonarios. Y, ahora, en tan sólo un abrir y cerrar de ojos, lo habían perdido todo. El dinero, la casa en el lago, el yate, los autos y su estatus social. Nadine estaba en completo shock. Aún no podía creer lo que estaba sucediendo pues nunca se imaginó que pasaría de tenerlo todo a no tener absolutamente nada, y eso casi la hizo entrar en una crisis nerviosa.

«No me lo merezco, no me lo merezco, no me lo merezco», se repetía una y otra vez todavía en shock.

Ya no escuchaba nada más. Optó por hacer oídos sordos y pensar en una solución para seguir su vida de niña rica y mimada. Por nada del mundo iba a perder su estatus social. De reojo, veía a su padre con enojo y rabia. Se sentía muy decepcionada de él. Jamás pensó que su padre, a quien siempre había admirado, llegaría a decepcionarla de esa manera. Él era el responsable por su madre y ella. Reginna se sentía igual de decepcionada de su marido pero no se podía ir de su lado. Su responsabilidad como esposa y compañera era apoyarlo y mantenerse fiel a su lado. De todos modos, eso no significaba que se quedaría de brazos cruzados. Algo planearía para salir de ese hoyo en el que su esposo las metió.

Nadine no conocía la pobreza y no quería hacerlo nunca.

—No puedo creer que esto nos esté pasando a nosotros —Nadine jadeó horrorizada—. ¿Cómo sucedió esto?

—Perdí un caso muy importante —murmuró su padre en voz baja—. Eso nos llevó a la quiebra.

—¡¿Y por qué diantres lo aceptaste?! —chilló su mujer—. Si no podías ganarlo, entonces no debías aceptarlo. Gracias a ti estamos en este problema.

—¿Crees que yo quería que pasara esto? —alzó una ceja, mirándola mal—. No seas ridícula, Reginna.

—Lo mejor será que me vaya para que hablen a solas —musitó incómodo el abogado. No quería seguir en ese ambiente tan tenso—. Cualquier cosa que necesiten, llámenme.

—Gracias, Merton —Zak le dio un ligero apretón de manos—. Estaremos en contacto.

—Adiós.

Luego de que el abogado se marchara, Reginna pidió que le prepararan un té tranquilizante y Nadine mandó a preparar su equipaje. No se iba a quedar esa noche en casa. Estaba demasiado molesta con su papá. Y también quería olvidarse de todo por un momento.

—¿A dónde vas? —interrogó su padre al ver su equipaje.

—Me voy, ¿acaso no es obvio? —arqueó una ceja. Lanzó un suspiro al aire y cerró los ojos por un instante—. Sólo será por este fin de semana. Necesito tomarme un respiro.

—Hija, no puedes molestarte conmigo. Sabes muy bien que lo solucionaré.

—Ah, ¿en serio? —se mofó—. Si mal no escuché, Merton dijo que estamos en la quiebra.

—Sólo es temporal.

—Entonces volveré cuando hayas recuperado todo —le dedicó una falsa sonrisa.

—Nadine Holden, tú no sales de aquí —dijo con voz autoritaria—. Te quedas aquí con tu madre y conmigo.

—Ya soy mayor de edad, puedo hacer lo que quiera.

—Aún vives bajo mi techo, ¿lo olvidas? Yo te mantengo.

—Por lo que veo ya no lo harás más.

Zak miró a su hija sin decir palabra alguna. En parte tenía razón pero no era excusa para hablarle así, no cuando le había dado todo lo que cualquier niño desearía tener. Jamás le faltó nada. Le cumplió cada uno de sus caprichos y ahora actuaba como una malagradecida. Aunque no podía esperar menos. Tal vez no debió mimarla tanto. Quería gritarle y ponerla en su lugar, no obstante, guardó silencio y dejó que se marchara. No tenía ganas de discutir con nadie.

Olive Where stories live. Discover now