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El oso abrió lentamente los ojos, volviendo a sus sentidos enteros y sintiendo la comodidad bajo él.

Con pesadez se incorporó y logró divisar que ya era de noche, pues por su ventana se colaba la blanca y pura luz de la estrella nocturna, que terminaba iluminando parte de su alcoba, incluyendo a su creador, quien estaba medio dormido en una silla.

Soltó un pequeño gruñido, algo doloroso, pero eso bastó como para que el doctor se incorporara de golpe, asustando al animal de paso.

-5.0.5. -llamó dulcemente.- ¿Cómo te sientes? -preguntó, acercándose.

Y el oso se le quedó viendo un poco confundido, sin saber bien como expresarse.

-¿te duele algo?

Dudó un poco, pero hizo un ademán de "más o menos" para luego señalar su garganta.

-oh ya veo. -murmuró para luego alejarse y tomar un bote y un vaso con agua de la mesa.- toma esto, es para la garganta.

Y el animal no puso objeción y la pastilla con agua se tragó.

-¿te duele algo más?

Niega con su cabeza.

-me alegra saber eso. -sonrió bajo su bolsa.

Y en ese momento se escuchó otro gruñido, pero no lo provocó el oso... al menos no concientemente. Era su estómago quien gruñía.

-veo que tienes hambre. -rió suavemente el doctor.- aguarda aquí, iré por comida. Mientras, bebe agua, la necesitas. -indicó mientras se levantaba y se retiraba de la habitación.

Sentía un enorme alivio el saber que su creación estaba bien, que estaba mejor que aquel día al empezar.
Eran las siete y ocho de la noche, ya se aproximaba la hora de cenar, y Flug no había cocinado nada y le comenzaba a aterrar la idea de la desesperada y hambrienta Demencia que se aparecería en veintidós minutos.

Llegó a la cocina y se levantó las mangas de su bata y comenzó a realizar una cena rápida: pasta.
No era muy complicado y mucho menos largo. Si se calentaba a altas temperaturas, estaría lista en un dos por tres.
Y así, Flug puso a hervir la pasta, la trató, la sazonó y la mezcló con la salsa de tomate y pedazos de carne en bolas.

Para cuando Demencia se apareció en el sitio gritando a los cuatro vientos que tenía hambre, Flug ya estaba apagando la llama de la cocina.
Le sirvió a la joven, al jefe que acababa de llegar con una cara de muy pocos amigos, y en un plato pequeño y aparte tenía una pequeña ración.

-¿y el oso? -preguntó Demencia desde su asiento en la mesa.

-en su habitación, ya está mucho mejor. Ahora necesita comer para no recaer. -explicó Flug, pasando de largo.

-¿no comerá, doctor? -preguntó Black Hat, sin haber tocado su comida.

Y es que no había visto a Flug comer desde el día anterior, porque les recuerdo que en el desayuno, el de bolsa no comió por su presentimiento. No almorzó por trabajar en el suero, y no cenaría por darle de comer al oso.

-no no, comeré después. -dijo para luego retirarse.

-pobre, debe estar exhausto. -comentó Demencia mientras daba el primer bocado a la pasta.- ¡maldición! ¡para estar tan exhausto sigue cocinando como los dioses!

Aquello provocó una débil risa en Black Hat. Era verdad, aunque estuviera exhausto, daría todo de sí para los demás. Lo cual era asquerosamente heróico y bueno.

La joven escuchó como la mesa era rasguñada fuerte y lentamente, y decidió no ver a su amorcito, a pesar de que ese ruido se hiciera más fuerte.

Quítate La MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora