| 05

25.8K 2.8K 1.7K
                                    

Empezó el día con el pie derecho.


Durmió bien, sin insomnio, sin ojeras se despertó, sin gritos, sin ruidos fuertes, sin prisas, lo mejor de todo.

Se levantó con poca pesadez antes de caminar hacia su cuarto de baño para asearse, luego de mucho tiempo. Porque sí, siedo científico, empleado de un demonio, dueño de un oso, niñera de una loca y poco más, le quitabam todas las energías y pasaba ya varios días sin realizar una de las acciones básicas. No estaba orgulloso, pero agradecía que no excediera la semana, por ejemplo, hubo una vez en que pasó nueve días. Asqueroso, pero cierto.

Ya estando entre las cuatro paredes blancas, se decidió a quitarse primero la bolsa. Abrió los ojos como platos redondos al notar que esa bolsa brillaba por su ausencia en su cabeza.

No durmió con la bolsa.

Estaba desnudo, o eso sentía él.

Suspiró con una leve sonrisa antes de seguir con sus acciones de quitarse las demás prendas y demás.

~●~

-¡pancakes, pancakes! -gritaba animada la chica mientras golpeaba la mesa con sus puños, siendo imitada por el oso.

-¡en seguida salen! -avisó desde la cocina el científico.

No era broma lo de niñera y dueño, y se le suma ama de casa, pero eso varía gracias a su mascota que le ayudaba en ese aspecto.

Ese día iba bastante bien. Flug cocinaba unos pancakes para todos los de la mansión, incluyendo al jefe. No se esperen pancakes grandes, del tamaño en que ustedes lo hacen, no no. Flug, gracias a su alocada y creativa y calculadora mente, hizo pancakes pequeños, de la palma de una mano, pero con la intensión de hacer con ellos la mansión tan peculiar en la que vivían, haciendo también pancakes grandes para base y techo y poco más.

Vaya cocinero-cientifico que era él.

Se dirigió al comedor, con ese gran plato y esa obra de arte, con cuidado de no estropearlo y que sus menores tampoco intervinieran. Y para su sorpresa, ellos no hicieron nada malo.

Y es que Demencia poseía ahora un pequeño miedo a meterse con Flug, gracias a una conversación con su amado. Y 5.0.5. simplemente era bueno y no le molestaría.

La mansión había llegado a aquella base, sana y salva para sorpresa de los presentes. El día estaba transcurriendo muy bien.

Demasiado.

Ojalá pudiera colocar un desastre aquí con todo lujo de detalles, pero el día en verdad salía bien y no había forma de que pudiera ser malo.

-Demencia, trae la miel, por favor. -pidió el mayor.

-¡en seguida!

La joven volvió con cuatro botes, puesto que ninguno era capaz de compartir uno y menos esperar. Pero, no traía solo de miel, también de chocolate, fresa líquida y miel amarga, puesto que ni uno poseía los mismo gutos.

-¡a comer! -gritó Demencia, pero fue detenida por Flug cuando quiso empapar la mansión de chocolate.

-esperemos al jefe.

-No esperen más -se escuchó su aspera y ronca voz en la habitación.

Los tres súbitos alzaron sus miradas para ver a ese demonio de negro que poseía su característico sombrero. Se veía de buenas, puesto que no les asustó.

Notaron como el iris gris del mayor se posaba en el plato de pancakes para que luego sonriera.

-vaya vaya, Flug, deberías haber diseñado la mansión desde un inicio. -comentó admirando esos pancakes.

-yo-o lo diseñé, señor -murmuró.

-eso explica el porque es muy buena.

El día aun seguía siendo demasiado bueno, su jefe no lo mandó a callar y encima le admiró su trabajo del desayuno.
Fue el oso quien al jefe le entregó su amarga miel, y la recibió muy bien, con todo y un gracias.

El día era demasiado perfecto.

Demasiado.

¡Pero bueno! ¿Por qué no podía disfrutar de ese día y lo bien que marchaba?

Últimamente las cosas iban bien. Asi que ¿por qué no disfrutar de los buenos tratos de su jefe? Por más que parezcan raros, solo quería disfrutarlos.

No tenía nada de malo sentir ese acfeto.

Sentirse querido

CONTINUARÁ

Quítate La MáscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora