Capitulo IV

1.3K 27 2
                                    

Al amanecer, Anthony detuvo a su caballo sobre la cima de la  colina, junto a él se detuvo Greg.

—Arabella, mi cielo, ya sé que estas cansada y que quizás no sea el mejor lugar. Pero podías dejar ir a las nubes.

—Anthony, no creo… — la joven inclinó la cabeza hacia un lado, hacia el lado donde se hallaba Greg.

—Creo que ya es tarde para algunas cosas. Mira tras de ti.

Arabella volvió la cabeza y su rostro mostró el asombro que hacía rato mostraba la cara de Greg. No mencionaba palabra, solo observaba el suelo que Arabella pisaba, sus ojos desorbitados no daban crédito a lo que veían. A sus pies la hierba era verde y las flores de la primavera habían comenzado a salir. A sus pies y a lo largo de la senda por la que habían venido. No podían haber dejado un rastro más claro.

—Lo siento, no me había dado cuenta. Greg, por favor… – Arabella suplicaba, las lagrimas acudieron a sus ojos y al mismo tiempo comenzaron a caer gotas de lluvia. Greg ni siquiera le oia, sus ojos seguían clavados en las flores.

—Déjalo, yo hablaré con él. Ahora esas nubes, los aldeanos están pasando hambre, necesitan los pastos. No te pido más y no lo haría si no fuese importante. Nunca te he pedido que lo hagas pero ya llevas más de un mes de retraso y no hay comida.

—Ya lo he intentado, pero no se van.

—Arabella, escúchame – Anthony sujetó su delicado rostro entre sus manos. La palidez de la joven resaltó aun más en comparación con sus curtidas manos. La tristeza le inundó el cuerpo. Tan solo el poner a salvo a Arabella le impedía volver a tierras McDouglas y acabar con el laird por el mal que había hecho a su hermana. – Arabella, estoy a tu lado y no te voy a dejar, ya no me voy. No volverás con el laird McDouglas, si no quieres. Y hablaremos con padre y buscaremos una solución. No creo que le guste saber que has estado encerrada. Arabella piensa en los aldeanos, ellos te necesitan, necesitan comer.

 —Por favor no me dejes, abrázame —suplicó la joven.

 Anthony rodeo con sus brazos  a Arabella y estrechó su espalda contra su pecho, dejando que el rostro  mirara el cielo. Sintió su calor aumentar y la apretó un poco más para que sintiera tranquilidad. Permanecieron en esa posición unos minutos, todo fue silencio. De vez en cuando Anthony apretaba un poco más el abrazo.

 Greg volvió la mirada hacia los hermanos McKlain, aun no se había recuperado de las flores cuando observó como el rostro de Arabella se iluminaba. Alrededor de la joven aparecía una luz blanca y brillante que hizo que su contorno casi no se percibiera. Arabella levantó las manos y esa luz, esa energía que había acumulado se elevó hacia el cielo. Comenzó a mover las manos para hacer que las nubes se retiraran. En pocos segundos el cielo, estaba cubierto de preciosas nubes blancas. Un cielo hermoso cubría ahora su cabeza. Greg daba vueltas sobre sí mismo como un niño alucinado. Al coincidir con los hermanos McKlain, vio como Anthony sujetaba a Arabella, la joven se había desmayado. Greg corrió hacia ellos.

—No te preocupes, está bien. A veces, se desmaya. Ayúdame a recostarla, necesita dormir un poco.

Greg extendió sobre la tierra su  manto  con los colores McKlain y Anthony colocó a su hermana sobre él y luego la arropó con el suyo.

Arabella McKlain parecía haber recuperado su color, sus cabellos volvían a ser del rojo del atardecer, su piel sonrosada como siempre.

—Dormirá un par de horas, como mínimo, el esfuerzo  ha sido grande. – Anthony intentaba explicar las cosas de un modo suave. – Has presenciado el mayor secreto que guardamos Arabella y yo. He puesto mi vida en tus manos muchas veces y ahora pongo la de mi hermana, que para mí vale más que mi propia vida.

Ella es míaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora