Capítulo cuarto

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Cosas para aprender

Elizabeth estaba realmente atónita. ¿Aquello había sido real? y si no lo hubiera sido, ¿porqué despertarse en el momento en el que ese jóven la quería besar? No es que se hubiera negado ni muchísimo menos, el joven era tan apuesto que no le hubiera importado... Además sus ojos oscuros e hipnóticos no la hubieran dejado ni respirar.

Y mientras Elizabeth estaba perdida en sus pensamientos, vuelve a acostarse, cierra los ojos. Entonces se quita -con los pies- los tacones, y siente el placer de no tenerlos aprisionándola, abre los ojos y la adrenalina vuelve a recorrer su cuerpo por el susto que le da John. Estuvo flotando sobre ella todo el tiempo, riéndose a su costa. Elizabeth, no tarda ni tres segundos en enfadarse y decirle que se large.

No puedo - dijo John casi con alegría.

Pero, ¿porqué? Vete y déjame en paz. -dijo frunciendo el ceño. Ahora, John bajó y se recostó en su cama, haciendo que Elizabeth contuviera su respiración.

No puedo, me está ordenado protejerte día y noche, tarde y mañana. Mi horario es de veinticuatro horas, y además, no sería beneficioso para ti si me fuera -dijo esto acercándose más a ella, y Elizabeth más intimidada se sentía y más se alejaba.

¡Deja de hacer eso! -Le ordenó

¿Hacer qué?- puso un gesto de inocencia ablandándola.

Acercarte a mí de esa manera... -se sonrojó- y ahora me puedes decir... ¿porqué... porqué me tengo que  enfrentar a un juicio o en el "mejor de los casos" casarme con alguien a quien ni conozco? ¿porqué ellos se creen mis dueños? ¿qué pasará con mi hermanita? Y tampo-... tampoco -sus ojos se llenaron de lágrimas, rompiéndole el corazón al ángel- tampoco falta mucho para que cumpla dieciocho... y entonces... entonces tendré que...

Esta vez fue ella quien se acercó a él y lo abrazó. Ella sabía, que aunque pudiera tocarlo, que no era esa sensación de estar abrazando a alguien que fuera de carne y hueso. Sin embargo, era el abrazo más necesitado que había sentido, y él le puso la mano derecha sobre su espalda, y la consoló. Ella estaba desolada, sensible, ida. Tenía ira, y tristeza. No sabía qué sentir. Él no pudo soportarlo más;

Tranquila... no te preocupes... todo estará bien - era un cliché decir algo así, pero él sabía tan bien como ella que no era cierto- Además, hay tres hijos de los Arcanos. Podrás elegir con quién casarte. Pero me temo que sólo entre ellos tres. 

¿Crees realmente, que estaré bien? -dijo con una mirada de entre pidiendo socorro y rogándole sinceridad.

Eso depende de tu elección.- Le sonrió, le dió un beso en la frente.- Duérmete - "princesa" pensó él.

Ella se sintió protegida por primera vez en semanas. Durmió tranquila, plácidamente sabiendo que su angelito estaría ahí para cuidarla.

John, esperó a que se durmiese y se subió al árbol que estaba en frente de la ventana de la habitación, allí subió hasta lo más alto del mismo y observó las estrellas. Estaba tremendamente aburrido. Él no podía ni dormir ni comer en ese estado. Se puso a pensar en las posibilidades de lo que ocurriría con Elizabeth. Que quizás, todo esto le viniera demasiado grande, lo de tener que protejerla a ella. Entonces, le asaltó la duda que venía rondándole hacía un tiempo, ¿porqué Elizabeth había podido verlo? Incluso hablaba con él... no era muy lógico, puesto que él llevaba bastantes años por no decir casi toda su vida cuidando de ella. En realidad, los últimos tres años estaba mucho más atento a Elizabeth porque sabía que ocurrirían cosas en ella, antes la vigilaba vagamente. Su Yo astral en realidad estaba ahí sólo mirándola, observándola, pero él podía hacer cosas con su cuerpo físico. Antes incluso tenía una vida. Una vida de verdad, él estudiaba y planeaba ser algún día maestro de magia. Sin embargo, su obligación era cuidar de ella, sobre todo ahora. No es que ella no le cayera bien ni nada por el estilo, la apreciaba, pero nada más. Su obligación era cuidar de ella. Era incluso una molestia más en su vida. Aunque admitía que el hecho de que ella pudiese verlo ultimamente era toda una noticia y lo hacía divertirse. Era muy inocente. Sonrió al recordar la cara de susto y de vergüenza que pone Elizabeth a veces. ¿Estaría acaso ella recordando sus poderes? ¿Qué era lo que había hecho que ella lo pudiese ver ahora? La última vez que John había podido hablar con ella, había sido cuando esta tenía tan solo cuatro años, si es que eso se puede llamar hablar. 

Alpha (En espera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora