Capítulo primero

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La agonía

El cielo está despejado, la hierba está verde y recién cortada, el paisaje es precioso. Pero Elizabeth no puede disfrutarlo. No puede disfrutar de tal paisaje puesto que está en el cementerio, hay una tumba a punto de ser rellenada por un ataúd blanco. Este ataúd, es el de su padre. Elizabeth, está con su hermana pequeña. Y su madre... bueno, ella no tiene madre. 

Ahora, ella no sabe muy bien qué hacer aunque de todas formas, siempre tendrá a sus padrinos. Pero nunca será lo mismo. 

Lizz... -dice su hermanita con los ojos cristalinos- ¿Qué pasará ahora? ¿Qué haremos?

Supongo, que nos iremos con los tíos Charlie y Emma a vivir - responde ésta abrazándola. Elizabeth intenta no llorar, ella es la mayor y debe ser fuerte. Hoy, más que nunca.

La más pequeña derramó lágrimas por sus rosados pómulos haciendo que su vestido negro recién comprado se mojara y se volviese aún más negro. En este funeral sólo estaban ellas dos, sus "tíos" y  aunque ellas no lo supieran había alguien más.

Los tíos de ambas, se metieron en el coche tras la ceremonia y las hijas del difunto se quedaron un tiempo más. La más pequeña, se durmió en los brazos de la mayor tras haber derramado tantas lágrimas como pudo. Elizabeth, dijo adiós a su padre con una lágrima recorriendo su tez blanca, esta lágrima estaba cargada de tristeza e incluso un poco de reproche por haberlas dejado tan pronto. El semblante de Elizabeth era firme y duro, a pesar de todos los sentimientos que tenía en su fuero interno, estaba dispuesta a afrontar todo lo que venga por delante. Tomó a su hermanita y la alzó, llevándola al coche. Allí, subió a su hermana y la dejó en el asiento de atrás del volksvagen passat azul de su tío Charlie. Le rozó el rostro con su mano limpiando las lágrimas que había derramado y le rogó a su tío; 

Tío Charlie... por favor llévala a casa y acuéstala. Yo... yo quiero dar una vuelta - dijo Elizabeth con ojos suplicantes.

Charlie, la miro preocupado aunque sin más dilación arrancó el coche, y asintió a su ahijada... o sobrina. Ésta cerró la puerta del coche y sus padrinos y su hermana se dirigieron a casa. Cuando Elizabeth dejó de ver el coche, volvió a la tumba de su padre y sin decir nada, cerró los ojos y se sentó con las piernas entrecruzadas como quien va a meditar. Se concentró en su padre, y lo sintió otra vez, su olor a dentrífico, el olor de sus zapatos de cuero, el perfume que ella le regaló en navidad...  y musitó en un levísimo murmullo:

Papá ¿Por qué? ¿Por qué ahora? No lo entiendo... -se le cortó la voz un leve instante, ella sabía que él no estaba ahí, pero de todas formas no había nadie allí para verla y ¿qué más daba si alguien la creía loca? - papá... vuelve, por favor... vuelve... -dijo sollozando y rogando que Dios -si es que existía- escuchara sus súplicas.

Cariño, lo siento tanto... -dijo el espíritu con una voz grave pero apaciguadora, llena de amor y de culpabilidad. Pero esto hizo que Elizabeth abriera sus ojos repentinamente, asustada y mirara hacia la tumba de su padre. Donde él se encontraba sentado en la misma posición que ella. Vestido con el traje negro de trabajo y sus zapatos de cuero. Con sus ojos pardos y su cabello rubio.- pero recuerda esto hija: Siempre te amaré. Perdóname por no contártelo.

De pronto, su padre desapareció y ella miró a todos lados, pero ya no estaba. Y entonces vio a alguien detrás de un árbol, estaba mirándola. Desde allí no podía distinguir nada, ni si quiera pudo ver bien si era un hombre, o una mujer...

¡Eh! -gritó Elizabeth y se puso en pie a correr tras el sujeto. Imperdonable. Alguien espiándola.- ¡Tú! ¡Ven aquí! 

Alpha (En espera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora