Capítulo 11: Inconveniente

8.9K 937 150
                                    

Nathan y Scarlett se incorporaron del colchón, abochornados de la interrupción de Kaiser

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nathan y Scarlett se incorporaron del colchón, abochornados de la interrupción de Kaiser. El primero se abrochó la cremallera de su pantalón y la segunda se ajustó su vestimenta arrugada y su cabello despeinado.

Scarlett no era capaz de sostener la mirada con ninguno de los presentes en aquella habitación. El dormitorio empezaba a hacérsele diminuto y solo quería huir como si nada hubiera pasado. Notaba su corazón palpitar con fuerza y el rubor de sus mejillas lo sentía caliente.

 —Siento la inesperada interrupción. Se os veía muy "ocupados" —enfatizó la última palabra con picardía.

—Podrías haber llamado a la puerta. Es algo que se debe hacer por educación, Kaiser.

—¿Educación? ¿Qué es eso? —bromeó.

La pelirroja agachó la cabeza y salió disparada del dormitorio. Nathan la interrumpió al hablar.

—¿Te marchas?

—Sí, me voy a casa. He recordado que tengo que hacer algo. Nos vemos luego.

Dicho aquello, la joven se marchó veloz, sin mirar atrás.

Kaiser notó su actitud y entendió de inmediato que la chica se avergonzaba de la situación sofocante.

—Parece que estaba avergonzada. ¡Qué linda! Veo que estaba muy interesada en hacerle cositas a tu «colita».

—¡Cállate! —espetó.

—¡Vaya! ¡Qué humos! Debí haberme quedado escuchando tras la puerta.

—No creo que hubiese mucho diálogo. ¿Cuál es ese gran notición que querías contarme?

—Blake se ha unido a nosotros —confesó.

—Espera, ¿qué?

—Tenía planeado entregarte a Serenor como lealtad por su destierro. A Blake le ha sentado muy mal que lo hayan expulsado de su propio mundo. Como conozco sus secretos, no puede hacer nada, salvo unirse a nosotros hasta que todo esto acabe. ¿Ves? ¡Soy magnífico!

—¿Lo amenazaste y esperas que él responda como tú perrito faldero? Tarde o temprano, Blake nos terminará traicionando.

—Créeme, no le queda otra —sonrió.

—No estoy tan seguro de eso.

—Si nos traiciona, morirá —explicó—. Le obligué a hacer un pacto de sangre.

El joven se llevó las manos a sus caderas conforme bufaba por su boca. Kaiser colocó la palma de su mano en el hombro del muchacho en signo de consuelo.

—Venga, no te irrites. Papá Kaiser está aquí para curar tus males. Por cierto, ¿qué te traes con la pelirroja, la chica que se acaba de marchar? —inquirió curioso.

Ángeles despiadados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora