Capítulo 9: Apuros

8.4K 985 141
                                    

Kaiser, así se llamaba el supuesto tío del joven

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Kaiser, así se llamaba el supuesto tío del joven. No se podía creer que el hombre que estaba frente a él, brindándole una sonrisa, formase parte de su familia. Se había quedado anonadado. Se limitaba a procesar la información en su cerebro.

El hombre, que terminó de beberse esa bebida tan repugnante, se acercó al chico haciéndole un gesto con sus dedos para que se levantara del asiento. Nathan obedeció con cierta desconfianza sin dejar de mirarlo. Kaiser rodeó los hombros de él y le dio varias caricias con cariño.

—Diecinueve años, ¿eh? ¡Estás hecho todo un hombre!

—¿Realmente eres mi tío? —cuestionó, dubitativo

—¿Qué pasa? ¿Crees que miento?

—No, no es eso.

—¿Entonces?

—Es solo que me resulta inverosímil todo esto. Ningún supuesto familiar mío se ha puesto nunca en contacto conmigo, tampoco creía que le interesase lo más mínimo, ya que me buscan para matarme. Y el hecho de que tú me hayas estado protegiendo tantos años, me asombra.

—Tranquilo, me asombra hasta a mí, no eres el único —soltó una risa—. He de admitir que también he sido un poco cobarde. No te protegí lo suficiente, porque temía que me mataran también. ¿A quién diablos le importa de quiénes nos enamoremos? ¿Qué se nos pasaba por nuestras mentes para pensar tal barbaridad? Supongo que el odio que nos tenemos, ángeles y demonios influyó en todo esto.

—¿Ya no temes ser buscado por relacionarte conmigo? —inquirió con curiosidad.

—Debo protegerte como oro en paño. Ya es hora de quitarse los miedos y enfrentarse a esos despiadados.

—Exacto.

—Desarollaste un tremendo odio hacia aquellos que arrebataron la vida de tus padres. ¿Crees que realmente te merece la pena vivir así?

Nathan se sintió ofendido y apartó los brazos del hombre de alrededor suyo.

—Ellos me quitaron lo único que tenía. No voy a cambiar de opinión. ¿Acaso te quedarás de brazos cruzados por la muerte de tu propia hermana? No me creo que no sintieras ni lo más mínimo por ella.

El hombre soltó una pequeña risa haciendo confundir al joven.

—Solo te estaba poniendo a prueba. ¡Menudo carácter posees! Por supuesto que quiero ver la sangre derramarse. Debes saber que soy muy bromista.

—Y tú debes saber que no agarro bien las bromas.

—Ya lo veo. Bueno, pongámonos en marcha, muchacho.

—¿Nos acompañas?

—Sí. Ya te he dicho que tengo que contarte muchas cosas aún. Y, de todas formas, quiero estar en el mundo humano por unos días. Hace años que no lo visito. ¡Las humanas son tan deliciosas!

Ángeles despiadados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora