Capitulo 3: Todo está dicho.

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Aún no podía procesar la imagen vista hace minutos.
No sólo era la infidelidad de Andrew, era que me había sido infiel con quien nunca imaginé, con Rebecca.

Quizás cuántas veces se burlaron de mí frente a mis narices, cuántas veces harían de las suyas cuándo los dejaba solos, quizás desde cuándo me ven la cara de estúpida.

Me observo en el espejo del baño y mi maquillaje está estropeado por las lágrimas, estoy vuelta añicos.
Abro el grifo del agua y me mojo con ella todo el rostro para luego tomar una servilleta y secarlo.

Me observo fijamente, de nuevo, al espejo y detesto lo que veo.
Veo una mujer llorando por dos infelices que jamás han merecido una mínima lágrima, sufriendo por quien sólo supo hacerla feliz a base de mentiras y por quien fingió ser su confidente para luego mostrar quienes verdaderamente eran.

Bufo, maldición.

Realmente por más fuerte que intentará ser y más rabia que me diera llorar por ellos, es la única reacción que puedo experimentar en este momento.
Me han dañado, han jugado con la confianza que les di y se me han hecho objeto de sus burlas.

Más que tristeza siento rabia e impotencia, sentimientos provocados por saber que de seguro si no hubiese entrado a su oficina y no los hubiese visto, seguiría siendo la misma idiota engañada.

Si nunca perdonaría a Andrew, jamás lo haría con Rebecca. Porque antes de Andrew estaba el vínculo que nos unía como amigas, estaban años de por medio cargados de situaciones que vivimos juntas y afectos que hoy, en sólo segundos, dejaron de existir.

Es lamentable ver como años de amistad se acaban en sólo un momento, y como en segundos pueden construirse enemistades que en años no.

Así de relativo es el tiempo.

El sonido de mi móvil anunciando que tengo una notificación, me hace salir de las ganas asesinas que tengo de matar a Andrew y a Rebecca.

Lo saco de mi bolso y cuando veo la pantalla, es Glenn.

Darling, ya estoy en mi oficina. ¿Podrías venir?—Pregunta al atender.

Aclaro la garganta intentando aparentar que nada me sucede.

—Claro, Glenn, ya voy.

Me doy una última ojeada y siento pena por el reflejo de la persona engañada que veo en el espejo, yo.

Me acomodo el cabello, tomo mi bolso y salgo del baño.
Camino con paso apresurado evitando a toda costa un encuentro con alguno de los dos personas de dicha escena hasta la oficina de Glenn.
Al posarme frente a su puerta la toco y tras recibir su luz verde, me adentro en ella intentando parecer lo más calmada y neutral posible.

—¿Sucede algo, Glenn?

Asiente para luego sonreír.

Siento un alivio al verla sonreír, ya que de seguro será algo bueno. Y verdaderamente no estoy en disposición de encontrarme con algo no grato otra vez, ya ha sido suficiente para mí con el engaño de esos dos perfectos desconocidos que creí conocer.

—Te hice venir urgentemente porque me place informarte que debes ir a México—anuncia, mientras teclea en su MacBook.

La observo enmudecida.

Ir a México...

¿Qué rayos?

—¿Y con qué fin debo ir a México?—pregunto, algo confusa.
Ya que yo no suelo realizar esos viajes, sino ella.

—Debes ir porque serás la representante de Look Magazine en el evento de uno de los hoteles pertenecientes a la cadena D'Angelo. Será sólo el fin de semana, ya el lunes por la tarde estarás devuelta—responde, volviendo la mirada a mí.—Luna, necesito tu apoyo en éste evento tan importante para mí—aplana los labios.—Verás, yo siempre asisto, pero esta vez debo esperar a Verona.

La organizadora ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora